El Enamorado del cosmos (Sallie McFague)
“Del Señor es la tierra y todo cuanto la llena, el orbe y cuantos lo habitan” (Salmo 24,1). Pero esta realidad creada no es sólo propiedad de Dios. “Tanto amó Dios al mundo -al cosmos- que le entregó a su Hijo unigénito” (Jn 3,16). Dios es el amante del mundo.
Para nuestro Dios no somos “seres de experimento”… somos meta de su amor, porque Dios es Amor. Estas palabras de Jesús nos fortalecen.
El amor es la realidad fundante, absoluta. Amor rige el universo, el cosmos, la vida.
Y como muestra de su amor nos regaló su tesoro más preciado: su Hijo Unigénito, por quien todo fue creado, Luz y Vida del mundo: de ese mundo que fue hecho por Él, que es la Palabra.
Jesús en su misión es un don de Dios para el mundo. Jesús nos recela el Amor del Padre.
La finalidad de ese don es: para que todos tengamos vida.
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su propio Hijo
Quienes no se lo creen
Quienes no creen,
Se excluyen.
No cruzan el umbral.
Se acorazan para no sentir el Amor.
No deja de lucir el sol, por el hecho de que uno cierre los ojos, o se oculte en una caverna.
¡Quienes cierran las puertas de su corazón a la Fe, están perdiendo su gran oportunidad!
Creer de verdad en Jesús -entregarse a Él- es ya inmediatamente tener la vida.
Quien se niegue a creer es su propio juez, que se autocondena, su juez no es Jesús que dijo: “No he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo” (Jn 12,47).
Nuestra respuesta radica en nuestra fe: creer en Él. Lo primero no es hacer, sino creer. Porque la fe es la raíz del cambio de mentalidad, es la puerta que nos introduce en el eco-sistema de la Gracia. E introducidos ahí, encontraremos la fuerza para que nuestras obras sean obras de amor, de misericordia.¡Es creyendo como se nace de nuevo!
¡Feliz tú, que has creído!
Creer es desapropiarse de uno mismo. La fe nos extro-vierte, nos extrae de la tiranía del “ego”, del narcisismo. Creer es acoger lo que nos viene del cielo: el gran regalo que nos trae la luz, la verdad, la vida divina. Qué bien se lo dijo Isabel a María: “feliz tú, que has creído”. En cambio, desterrar de nosotros la fe es privarnos de la dicha, permanecer en tinieblas, perder la esperanza de vivir.
No hemos de dar por supuesta la fe, por el mero hecho de que cumplamos “lo mandado”. Puedo pasarme horas en la capilla, en el oratorio, en la Iglesia… distraído en cosas religiosas… pero si acoger el Don: sin conectar con la Presencia, sin sentirme amado.
Si la fe es respuesta al amor que Abbá nos tiene, ¿no será –en cuanto respuesta- también oración? Creer no es una mera afirmación de verdades que se nos han propuesto; es una forma inteligente y cordial de decirle a nuestro Abbá cuánto amor nos suscita, qué confianza tan inmensa ponemos en Él. Es la forma de acoger en nuestra vida, la Vida, la Luz, el Don de su Hijo amado.
¿De quién es hoy el orbe y todos sus habitantes?
Parece que nuestro dueño es el temor, el miedo, la incertidumbre. Estamos en la humanidad de la vida y de la muerte, pero en la humanidad amada por Dios..
El reloj de la población mundial nos dice que hoy somos 7,779,438,600 millones de habitantes. Que muchos seres humanos mueren cada día, pero son muchos más los que nacen.
Nuestro Dios no nos abandona. ¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo Jesús? ¿la muerte, la enfermedad, un virus? ¡En la vida y en la muerte somos del Señor!
No nos dejemos robar la libertad de los hijos de Dios. Y proclamemos la libertad.
Los mayores bulos son aquellos que dicen que Dios no existe, que Jesús no fue el Hijo de Dios. Los mayores bulos se condenan por sí mismos, porque no tienen consistencia.
Hemos nacido para la libertad. Jesús es el Liberador… también hoy. No nos acobardemos. Salgamos del Cenáculo… porque es Pascua de Resurrección y proclamemos ante toda la sociedad que la humanidad está bajo el Amor apasionado de su Creador. Aunque marche por la oscuridad, nada he de temer, porque Tú conmigo vas.
Plegaria
Abbá nuestro, ¿cómo agradecerte el amor tan grande que nos has manifestado dejando en nuestras irresponsables manos tu mejor tesoro, tu Hijo único Jesús? ¡Cómo lo expusiste al peligro de nuestra maldad! Muchos no lo acogieron, ni lo acogen en la fe. Que tu Espíritu, Abbá, haga surgir en la tierra un gran movimiento de fe contagiosa en tu Hijo Amado, Jesús.