Francisco regresa a casa

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Terminó la JMJ del 2013. ¿O comienza hoy? Francisco volvió a coger su bolso de mano. El de siempre,guardó su maquinilla de afeitar, su libro, pañuelos limpios… ¡lo que todos llevamos cuando vamos de viaje! Ya está en casa. No en el apartamento habitual de Buenos Aires, sino en “su nueva casa” de Santa Marta. En el corazón del Vaticano. Un poco “enjaulado” para “un sacerdote callejero”. Regresa contento, bañado de multitudes de todos los pelajes: desde jóvenes de más de un centenar de países, hasta jefes de Estado un tanto sorprendidos por la “revolución” del Evangelio de que habló Francisco (Evo Morales… quizás Cristina Fernández y alguno más). Vuelve con olor a pobres, o a miseria, a favela, a presos y drogadictos. Llega como iba: con olor a gente. Como Pedro, Pablo, Santiago, Juan… Con la mochila recargada de esperanzas. Porque quien reparte  esperanza apuntala la suya: sólo “Cristo es nuestra esperanza”.

Dicen que de regreso a casa, en el avión, no escatimó respuestas a las preguntas, siempre atrevidas y “mediáticas” de los profesionales de la información. Los contenidos de las respuestas son graves, densos, hasta un tanto “históricos”. Y el modo, la forma de encarar los interrogantes, es sencillo: simplemente “natural” (como nos gusta a todos). Especialmente cuando le pidieron una palabra esclarecedora sobre el famoso IOR: “No sé qué pasará al final, hay distintas opiniones…” ¡El papa no sabe cómo terminará el tema. Y lo dice! ¡Simplemente genial… palabras inéditas: ¡un papa que, -¡al fin!- “no lo sabe todo, no tiene respuesta para todo”… y va y lo dice… sin más. Otros temas “los tiene más claros”, y lo dice, sin ambages, sin miedo, sin temor a disgustar a unos u otros según la “sensibilidad eclesial” que tengan. Transparencia, sinceridad, sencillez, cercanía… antes de aterrizar en Roma.

¿Cómo encontrará su nueva casa? ¿Habrán hecho sus deberes las comisiones que dejó nombradas? ¿Estará más enrarecido el ambiente, o se habrá hecho un poco de claridad? ¿Habrá mucho invierno en los pasillos y estancias vaticanos o irá tomando fuerza la “incipiente primavera”  que abrió Bergoglio cien días atrás?

Pero, sin ánimo de intimismos, subjetivismos o llamadas a un espiritualismo que nos enajene de las grandes y pendientes reformas eclesiales, ¿qué tal nos fue -a quienes no estuvimos en Copacabana- nuestra personal JMJ? ¿Estuvimos en la playa interiorizando palabras y gestos del papa sorprendente? ¿Recorrimos con él nuestras favelas más cercanas? ¿A cuántos ancianos y ancianas bendijimos, acompañamos, abrazamos, consolamos? ¿A cuántos niños enfermos nos acercamos y acariciamos? ¿Cuántos prisioneros visitamos, cuánto rezamos en nuestra JMJ interior?

“No tengo oro ni plata… lo que tengo les doy”… fueron sus primeras palabras. ¿Qué “tenemos” nosotros todavía? ¿Se nos quedó nuestro tesoro en vasijas de barro en alguna esquina de nuestra biografía? De verdad, -repito- sín ánimo de moralinas facilonas… si no hemos reproducido espiritualmente la JMJ en nuestro corazón, quizás la JMJ de Francisco se quede en un “tiempo de gracia” que sólo sirva -a la larga- para glosar la “historia de un papa llamado Francisco” que se fue de viaje, en 2013, a sus amadas periferias existenciales en el cono sur. Y sería una pena.