Si la condición de signo escatológico es característica de esta vocación cristiana es porque, al vernos, tendríamos que provocar el gozo de mostrar que lo mejor está siempre por venir. Nuestro modo de vivir, de interpretar los acontecimientos y de situarnos ante la realidad tendría que gritar sin palabras que el final es dulce. Por más que las circunstancias parezcan negarlo y animen más al pesimismo que a la esperanza, nuestra existencia debería recordar que la última palabra sobre la historia la tiene la Palabra… y siempre es una Palabra de Amor y Vida. Estamos llamados a ser como esa cucharilla sobre la mesa ¿no es un reto precioso?