Necesitamos reflexionar por qué queremos conectar con los jóvenes
Francisco Rivera Jiménez. 39 años, de Granada. Lleva 11 años en el Císter (Monasterio Santa María de Huerta). Maestro de novicios.
Para ti, ¿qué es lo más atractivo de tu vida en tu institución?
Por un lado el encuentro permanente con el Señor. Nuestro estilo de vida permite, que hagamos lo que hagamos y estemos donde estemos, vivir en la presencia de Dios, calmando, algo, esa sed de búsqueda de Dios que tiene todo hombre pero que los que hemos sido llamados a la vida monástica la vivimos con una especial urgencia.
El otro aspecto es la vida comunitaria y fraterna. El poder vivir tu carisma con otros, que han experimentado la llamada del Señor al mismo carisma es una riqueza enorme. Los hermanos mayores son siempre referencia del camino recorrido y aliento a permanecer en las dificultades. Los hermanos que empiezan, transmiten la ilusión y frescura del que está descubriendo un camino nuevo y ayuda a los que llevamos un tiempo en este recorrido, a avivar el fuego de la llamada.
¿Son los carismas imposibles para esta cultura?
Creo que no. Si entendemos carisma como la expresión de la fe que se hace vida, los carismas están presentes en cada uno de los creyentes; pero puede que estén «tapados» por otras cosas. Lo que sí he comprobado en mí mismo, es que cuando he quitado esas cosas que estorbaban, mi carisma monástico ha emergido. Y lo vivo como lo más propio de mi persona, que me ayuda a ser a lo que realmente estoy llamado, generando una capacidad creativa de la que no era muy consciente. El Espíritu Santo siempre está infundiendo su fuerza y sus dones en las personas.
¿Dónde crees que deberíamos incidir más para conectar con los jóvenes, sus esperanzas y necesidades?
Lo primero sería plantearse por qué queremos conectar con los jóvenes. Hay determinadas pastorales vocacionales que solo se plantean desde una perspectiva reclutadora, para obtener el mayor número posible de candidatos al instituto. Creo que los institutos religiosos deberían proponer sus carismas desde la gratuidad, ofreciendo algo valioso que puede dar sentido y valor a la vida de cualquier joven. Hoy los jóvenes están saturados de muchas cosas pero que no llenan ni orientan la existencia y esto los lleva, en muchas ocasiones, a la frustración y a la pérdida de sentido de la vida. Si consiguiéramos transmitir que el Señor Jesús, es el Señor de la Vida y de sus vidas; que con Él todo tiene sentido y que son necesarios para la construcción del Reino, desde lo que son y con lo que puedan aportar, la Iglesia y la sociedad se beneficiarían de todo el potencial que tiene la juventud.
¿Crees que la institución está dispuesta a hacerse posible para una persona joven?
Hace mucho tiempo que llevo diciendo en mi comunidad que si queremos que los candidatos que se acercan se incorporen y perseveren en la vida cisterciense, tenemos que hacer un serio proceso de conversión. El joven no es el único que debe adaptarse a un estilo de vida diferente al que ha llevado hasta ahora. La institución que lo acoge también tiene que tener la valentía (pues al final solo se trata de eso, de miedos al cambio) de replantearse cómo está viviendo y transmitiendo el carisma hoy. Todos nuestros fundadores tuvieron la «genialidad» de saber leer los signos de los tiempos, discernir lo que los hombres y mujeres de su tiempo demandaban, y le dieron una respuesta creativa dando lugar al nacimiento de nuestros institutos. No deberíamos temer a prestar atención a lo que los jóvenes puedan pedir a la vida religiosa pues al final, son hijos de la sociedad en la que vivimos y desarrollamos nuestro carisma y misión. Si no estamos atentos podemos tener el peligro de que nuestra sal se vuelva sosa o nuestra luz no alumbre a los hombres.
¿Consideras adecuada la pastoral «con jóvenes» que estamos realizando?
Quizás la clave está en si hacemos una pastoral «con jóvenes» o una pastoral «para los jóvenes». El joven necesita también sentirse protagonista de su vida, de su camino, de sus opciones. En ocasiones, desde la institución, podemos caer en el peligro de tratar al joven como un niño pequeño que no sabe nada y al que hay que dárselo todo hecho. Vamos a implicar más a los jóvenes en nuestras pastorales vocacionales. Seamos nosotros los que tratemos de adaptarnos a sus demandas, escuchemos lo que con honradez y sinceridad nos pueden estar diciendo. Otro factor importante en la pastoral de jóvenes que tenemos que tener en cuenta, es la honestidad. Será un gran error tratar de disimular lo que están viviendo nuestros institutos a día de hoy. La debilidad, fragilidad y disminución no tienen por qué ser negativas. Es del grano de mostaza de donde nace el árbol capaz de acoger a los pájaros. Para ello los primeros que debemos estar convencidos de que el Reino crece en lo oculto y pequeño, somos los que ya estamos en la vida consagrada.
¿Qué significan en tu vida palabras como: solidaridad, amor, soledad, oración, amistad?
Solidaridad: Es la toma de conciencia de que no estoy solo en la vida. Que mi existencia y como la vivo es también compartida y acompañada por otros que caminan a mi lado con fuerzas y debilidades muy semejantes a las mías, siendo corresponsables unos de otros.
Amor: Es la expresión de una vida que quiere ser don y ofrenda más allá del sentimiento que se pueda experimentar. Es una fuerte exigencia del discípulo de Cristo que vino a salvar a la humanidad por amor. Y el amor se materializa en cosas pequeñas, concretas y cotidianas, que la mayoría de las veces pasan desapercibidas a los demás.
Soledad: La soledad no es un fin en sí mismo, es tan solo un medio por el que dejo de un lado aquello que me distrae e impide que me conozca, que conozca a Dios y al hermano. A través de la soledad aprendo a valorar lo que realmente es importante, desapareciendo los ruidos exteriores e interiores y escuchando la voz de Dios.
Oración: Es el encuentro personal y experiencial con el Señor de mi vida. Con Aquel que me ha llamado, a través del carisma cisterciense, a una vida plena que colma de sentido mi existencia. A través de la oración descubro hasta qué punto Dios está implicado en mi vida y en ningún momento me deja solo, aun cuando en ocasiones no lo pueda percibir.
Amistad: Es la posibilidad de compartir con otros la vida, lo bueno y lo malo. Es escucha atenta de lo que es importante para otra persona, acogiendo con respeto y delicadeza lo que cuenta. Es empatía, poniéndome en el lugar del otro, alegrándome con sus alegrías y entristeciéndome con sus tristezas. Disponibilidad a tiempo completo.