LA NECESARIA ATENCIÓN A LOS TRAYECTOS DE LOS JÓVENES CONSAGRADOS

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A los jóvenes hay que darles tiempo de calidad, no calendario de eventos

Jorge Ruiz Aragoneses. Misionero claretiano. 30 años, de Segovia. Entró en el postulantado claretiano en 2011. Vive su año de pastoral en Guantánamo (Cuba).

Para ti, ¿qué es lo más atractivo de tu vida en tu congregación?

Lo más atractivo para mí es el carácter misionero de mi institución. Se nota en la misión, pero también en la vida comunitaria. Una institución con muchos rostros, con muchas historias, pero todas tratando de hacer referencia a Aquél que nos convoca.

Para mí es un desafío atrayente salir de mí mismo, de mi mirada pequeña y estrecha, para abrirme a un mundo lleno de colores, de matices, de culturas, donde Dios me llama y me espera.

¿Son los carismas imposibles para esta cultura?

Creo que lo propio del carisma es que es un regalo. Depende de Quien lo da. Pero también depende de qué hagamos con ese regalo. Quizá sería mejor preguntarnos, ¿estamos permitiendo que el carisma se encarne en esta cultura? Porque el carisma, si sigue vivo, siempre se da para edificar la comunidad, en espacios y tiempos concretos.

El desafío –y no lo imposible– está en vivir sabiendo que la cultura exige al carisma que sea lo que es: un regalo del Espíritu que, respondiendo a través de nosotros, hace bien a todos. Y esto, aún dependiendo del Espíritu, nos compromete.

Me pregunto si estamos prefiriendo pensar que los carismas son imposibles para esta cultura (como un modo de calmar nuestra conciencia) en vez de preguntarnos si estamos permitiendo al Espíritu que nos posibilite aquí y ahora, asumiendo los tiempos que corren y el escenario cambiante en el que nos movemos.

¿Dónde crees que deberíamos incidir más para conectar con los jóvenes, sus esperanzas y necesidades?

Si hay algo que escasea y que a la vez valoramos, es el tiempo. Tiempo de estar, de compartir, de escuchar, de dialogar. Si nos decidimos a dedicar tiempo a los jóvenes (y no solo a llenar el calendario de eventos) pronto nos daremos cuenta de sus esperanzas y de sus necesidades. Y ese dedicar tiempo no puede ser de cualquier manera, sino con cuidado, con atención, con paciencia. Pretender conocer lo que habita en su corazón de forma inmediata y a través de la distancia o del juicio, es imposible.

¿Crees que la institución está dispuesta a hacerse posible para una persona joven?

Entiendo que la institución marca y anima las líneas fuertes de misión. Ahora bien, quien se hace posible en última instancia al joven es quien vive ese acompañamiento como una auténtica misión, sabiéndose enviado.

Enseguida nos damos cuenta de quién vive apasionado y quién no. Los jóvenes también lo perciben. La institución podrá estar dispuesta a muchas cosas, pero de nada sirve si quien está en primera línea de juego no lo está. Y al revés: podrán estar muy dispuestos quienes acompañan, pero también necesitan que la institución confíe en su misión, les aliente y les anime, tomando las decisiones oportunas para hacerse posible.

¿Consideras adecuada la pastoral «con los jóvenes» que estamos realizando?

Me sorprende escuchar ciertos comentarios de algunos pastoralistas cuando se habla de pastoral «con jóvenes». Unos parecen agotar su pastoral en formar una nueva cantera para la casa de formación, sin mirar más allá. A otros les basta con cumplir con un plan que viene del gobierno. Hay quienes aún viven ajenos al constante cambio social que vivimos. Pero también hay muchos otros que se dejan la piel en dar con la clave de cómo ofrecer el horizonte de sentido que es Jesús de Nazaret y su Evangelio para los jóvenes que tienen delante. Me gustaría ser de esos últimos para realizar una adecuada pastoral con los jóvenes.

¿Qué significan en tu vida palabras como: solidaridad, amor, soledad, oración, amistad?

Me he encontrado con muchos jóvenes que ven nuestra vida consagrada como una especie de vida paralela rodeada de misterio. Aprovecho esa inquietud para compartirles lo importante de esas palabras. Solidaridad, como modo de estar en el mundo. Amor, como sentido último de lo que somos y hacemos. Soledad, como compañera (a veces buscada y a ratos impuesta) con la que hay que convivir para crecer. Oración, como pilar donde todo se mantiene. Amistad, como nueva forma de reconocernos entre nosotros.