En general, la juventud que ingresa a la vida religiosa tiene algunas carencias, como las teníamos años atrás, son frágiles física y psicológicamente, muchos no han vivido la experiencia de amor familiar, están embutidos en la tecnología cibernética, tienen poca formación religiosa y vienen a ver si “si” o si “no” les gusta la experiencia. Pero Dios sigue llamando. ¿Dónde está el problema?
Para mí es nuestra dificultad para abrirnos, salir de nuestros esquemas, a veces obsoletos, como nos pide el papa Francisco, para acoger una realidad tan amada por Dios como fue la nuestra hace unos años y que también sacaba de sus casillas a nuestros formadores. En mi experiencia, la juventud, hoy, se deja tocar más por el dolor y exclusión de los empobrecidos, por la injusticia institucional, por la terrible corrupción de los gobernantes. Son permeables al cambio social, respetuosos de las distintas creencias religiosas, abiertos al evangelio de Jesús. Hay miles de voluntarios comprometidos con la causa de los pobres, por todo el mundo.
Preguntémonos:
- ¿Acompaño a los jóvenes poniendo más énfasis en ayudarlos a vivir la experiencia de Jesús y su modo de proceder, o en darles a conocer las Reglas de la institución?
- ¿Hago proceso individual para que descubran sus dones y sus sombras y les doy los espacios para que crezcan en autoestima, libertad, superación de miedos, confirmación vocacional?
- ¿Oro por cada uno y estoy convencido que formamos más con el testimonio que con las palabras? Dios los ama como son.