Para madurar necesito integrar mi cuerpo, mi espíritu, mi psique, armonizarlos como un todo. ¿Por qué no hablar con mi cuerpo? ¿Qué le puedo decir?
Ante todo, gracias porque eres mi compañero inseparable en el viaje por la vida. Y perdón, por ignorarte a veces, creyendo que es virtud maltratarte, o pecado consentirte. Gracias a ti mis manos se hacen caricia para cuantos sufren; mis palabras alientan a quien está caído; mis oídos escuchan el clamor de los pobres; mi corazón se carga de misericordia, al estilo de Jesús y de ira ante tanta injusticia y corrupción; mi estómago comprende el sufrimiento de quienes pasan hambre y angustia; mis pies corren al encuentro de quien me necesita; mis rodillas en postura de adoración quieren decir: Oh Dios, Tu eres mi único Dios.
Mis votos los vivo en mi cuerpo, o se quedan en conceptos sin sentido. Opto desde mi conciencia, pero los hago vida en mi cuerpo. Qué bello sería construir como Francisco un cántico a mi cuerpo: Alabado sea mi Señor por mis ojos, mis oídos, mi boca, mis pies, mi genitalidad, mis manos, todo en mi cuerpo me habla de Ti. Hazlo.