MONÓLOGO CON MI CUERPO

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(Josefina Castillo). Cuando hablamos de afectividad, a veces nos quedamos en las emociones y los sentimientos, como función de la psique y olvidamos su relación con el propio cuerpo. Mi cuerpo, sea como sea, es el regalo que Dios me dio desde el seno materno y me acompañará hasta la muerte y el que me identifica como un yo único. Define mi género, pero lo masculino/femenino es más que el cuerpo, es mi yo integral. Es el instrumento que necesito para pensar, aunque el pensamiento trasciende la materia. El amor va más allá de lo material, pero necesita del cuerpo para expresarlo. Es el libro de mi vida. Mi cuerpo registra toda mi historia, así no lo haga consciente. Es el armario que guarda mis heridas esperando ser sanadas. Es la foto de mi yo íntimo, que a veces trato de camuflar. Mi sistema glandular regula gran parte de mi comportamiento. Mi relación con los demás la hago a través del cuerpo. Desde él acojo o rechazo al otro. Y lo más maravilloso: mi relación con Dios solo es posible a través del cuerpo, allí vivo la experiencia del dolor de su ausencia o el gozo de su Presencia.

Para madurar necesito integrar mi cuerpo, mi espíritu, mi psique, armonizarlos como un todo. ¿Por qué no hablar con mi cuerpo? ¿Qué le puedo decir?

Ante todo, gracias porque eres mi compañero inseparable en el viaje por la vida. Y perdón, por ignorarte a veces, creyendo que es virtud maltratarte, o pecado consentirte. Gracias a ti mis manos se hacen caricia para cuantos sufren; mis palabras alientan a quien está caído; mis oídos escuchan el clamor de los pobres; mi corazón se carga de misericordia, al estilo de Jesús y de ira ante tanta injusticia y corrupción; mi estómago comprende el sufrimiento de quienes pasan hambre y angustia; mis pies corren al encuentro de quien me necesita; mis rodillas en postura de adoración quieren decir: Oh Dios, Tu eres mi único Dios.

Mis votos los vivo en mi cuerpo, o se quedan en conceptos sin sentido. Opto desde mi conciencia, pero los hago vida en mi cuerpo. Qué bello sería construir como Francisco un cántico a mi cuerpo: Alabado sea mi Señor por mis ojos, mis oídos, mi boca, mis pies, mi genitalidad, mis manos, todo en mi cuerpo me habla de Ti. Hazlo.