DO-minus Jesus
Esta es la confesión nuclear de la fe: el Jesús crucificado es ahora el Señor; el siervo es el Señor. El humillado es ahora el glorificado; el rechazado es ahora el aceptado e introducido en la gloria del Padre como Hijo amado. El rechazado por los representantes del pueblo de Dios es ahora en incluido en la gloria de la Trinidad Santa. El desfigurado en la cruz es ahora el exaltado y el glorificado. “Él poniendo su mano sobre mí, dijo: No temas, soy yo, el Primero y el último, el que vive, estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos y tengo las llaves de la Muerte y del Hades” (Ap 1,17-18).
RE-lato
El acontecimiento de la resurrección tiene que ser contado. Suscita una enorme cantidad de micro-relatos según la experiencia personal de cada uno, a la que llega la gran noticia del Resucitado. Está en contraste con la injusticia e infamia histórica de la crucifixión de Jesús. La resurrección no anula la historia de Jesús; la retoma y la reescribe desde el final. La resurrección pone en marcha la “memoria de Jesús”. Es una memoria en contra del olvido y del tiempo que todo lo arrasa y lo conduce al olvido. La fuerza de la ausencia visible de Jesús se impone como una “memoria ardiente”, como una “insurrección” contra el fatalismo de la vida y de las estadísticas. El recuerdo de sus hechos, de sus palabras y relaciones, estimula la vida de los discípulos. La memoria de Jesús no se extingue, ni se marchita, ni se reduce a nostalgia, gracias a la presencia del Resucitado. El acontecimiento pascual sigue dando mucho que hablar. Mucho que contar.
MI-rabilia Dei
La resurrección de Jesús es la obra más maravillosa de Dios. Está dentro de la historia de las obras y hazañas liberadoras de Dios en la historia y en el universo entero. El Dios buscador misericordioso de lo perdido muestra su más radical amor, transformando al crucificado en el resucitado. Es su obra decisiva. Culmina una larga historia de salvación, en el trascurso de la cual el pueblo de Israel descubre la presencia activa y liberadora del Dios que vive en alianza con la humanidad. El Dios de la vida dice la palabra decisiva sobre sí mismo, sobre el hombre y la historia. Revela la hermosura incomparable de su rostro. La resurrección de Jesús toca un punto de nuestra historia y recrea el tiempo aupándolo a albergar un contenido eterno.
FA-scinante
Como el misterio mismo de Dios, el acontecimiento de la resurrección de Jesús es fascinante, atrae y seduce al corazón humano. Lo que parecía imposible se ha hecho posible. El resucitado no es simplemente como el superviviente de un naufragio, de un campo de concentración, que ha experimentado el borde de la muerte y, por ende, vive con la muerte en el pasado y en el futuro. Para Jesús la muerte es el pasado. “Ya no muerte más”, pero está sellado con el signo de la muerte. Es el vivificante. La resurrección de Jesús es el primer día de la nueva creación. Ha iniciado el domingo sin ocaso. Se confirma la alegre esperanza del corazón humano: “non omnis confundar”.
Desde siempre andaba el hombre buscando la inmortalidad; desde siempre andaba luchando contra la presencia de la muerte. La idea del olvido le atormentaba a pesar de las proclamas en las lápidas de los cementerios: “nunca te olvidaremos”. El sueño profundamente humano de vivir para siempre se ha cumplido en el destino de Jesús por obra de Dios. La claridad de la vida triunfa sobre la oscuridad de la muerte en el Jesús crucificado. En él se vislumbra el presagio del misterio que nos envuelve. Misterio añorado y temido al mismo tiempo.
SOL-idaridad
El resucitado es una “persona comunitaria”. Como el sol es la fuente de la luz y de la energía y del calor, así el Resucitado es la fuente de la luz, es la aurora de la nueva creación. Ha pasado de la obscuridad de la muerte a la luz de la vida. El Resucitado es el reflejo del amor creador y dinamizador del Padre; reflejo del amor filial del Hijo; reflejo del amor recíproco del Espíritu. Resplandor: ha resucitado del sepulcro, ha pasado de las tinieblas a la luz. En el rostro de Jesús resucitado resplandece la gloria de Dios. La resurrección de Jesús es también la gran protesta de Dios contra la muerte. Y contra todo aquello que hace inevitable la muerte del Justo. En la resurrección, Dios mismo se solidariza con las víctimas del mal. Funda la profunda convicción de que el mal no terminará triunfando sobre el amor. Hay futuro para la vida y el amor.
LÁ-mpara
La resurrección de Jesús es paso de la oscuridad de la muerte al resplandor del día. La luz en medio de las tinieblas expresa el contenido de la vida resucitada. La noche se llena de cirios y lámparas encendidas en el nuevo día del resucitado. La resurrección del crucificado Jesús es como un gran amanecer. La luz se proyecta hacia la vida anterior de Jesús. Se lanza también hacia el futuro de la vida. También nuestra vida queda transida de luz. Hace despertar del sueño de la inconsciencia. El contraste entre la oscuridad y la luz ayuda a entender la diferencia entre la muerte la resurrección. El Resucitado relumbra como el sol; los discípulos reciben la luz como la luna. El Resucitado alumbra y al mismo tiempo deslumbra los sentidos de los discípulos; lo reconocen y lo confunden; aparece y desaparece.
La comunidad cristiana nace de la experiencia de Dios manifestado como Dios resucitador; es una comunidad de personas tocadas por la presencia activa de Dios. Experimentan la pasión por el Dios que se deja vislumbrar en la resurrección de Jesús y les invita a columbrar el futuro de la vida y de la historia humana. “Ya no habrá noche; no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos” (Ap 22,5).
SI-gno
El Resucitado a la gloria de Dios ha dejado huellas en la historia. Ha deja signos de su presencia en las Cristofanías, experimentadas por los discípulos. El Resucitado completa la fe de los seguidores y los convierte en testigos. El signo más visible es la comunidad de hermanos que hacen juntos el camino; que se ayudan unos a otros a recorrer el camino de la vida. Jesús resucitado no está sólo. La resurrección es un acontecimiento que afecta a la condición humana. Jesús resucita como el hombre solidario. Nos resucita con él; nos incluye en su transformación pascual. En cuanto bautizados y creyentes la dinámica pascual está actuando en la trama de nuestra vida humana.
Para la comunicación:
¿Qué melodía vital nace de mí en el tiempo de Pascua?
¿Qué actividades de la vida diaria me dan alegría y satisfacción?
¿Cómo es el Dios en el que creo?
¿A qué Cristo sigo: resucitado, crucificado, histórico…?