REGALARNOS UNA TARDE

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mariolavrEstrenándonos

Al pasar la página del calendario, el año se muestra como una tierra por descubrir. Me ayuda cerrar etapas y saborear adentro el pasar de la vida, todo lo que nos trajo el año anterior: los dolores, los contentos, los rostros… siempre los rostros. Igual que de niños estrenábamos en los días de fiesta alguna ropa (en mi pueblo siempre en domingo de Ramos) me gusta sentir que cada tiempo que se nos regala se nos da la posibilidad de iniciar algo nuevo. Podríamos empezar este año estrenando mirada sobre la propia vida, como si en uno mismo pudiéramos descubrir nuevos paisajes. Algo así debía ser lo que le quería descubrir Jesús a Nicodemo: que podemos retomarnos desde un lugar más interior, desde ese Aliento que sostiene el mar, cada árbol, el cielo estrellado, las pequeñas flores amarillas, la trama de ternura y solidaridad entre los pequeños de la tierra… Mirarnos desde un espacio de gratitud, acogernos con asombro y delicadeza, como se acoge una vida nueva que llega y, en medio de nuestra pobreza, sentir adentro que el mundo en el que caminamos espera algo bueno de nosotros. Qué belleza pensar que ¡tal y como somos! estamos bien hechos para dejar pasar la vida de Dios, para seguir ofreciendo ese gran amor allí donde estamos a pesar de nuestras ambigüedades y desatinos.

Nelson Mandela, evocando sus años en la cárcel de Robben Island en la que vivió humillaciones y miserias, decía: “Siempre he sabido que en el fondo del corazón de todos los seres humanos hay misericordia y generosidad…Incluso en los momentos más duros de mi encarcelamiento, cuando mis camaradas y yo nos encontrábamos en situaciones límite, alcanzaba a distinguir un ápice de humanidad en alguno de los guardianes, quizá tan solo durante un segundo, pero lo suficiente para reconfortarme y animarme a seguir adelante…”. Esta visión sobre uno mismo y sobre los otros no se improvisa, hay que haber madurado pacientemente la mirada en la bondad, día tras día, para poder percibir de esta manera.

Al adentrarnos en la tierra del nuevo año no se trata de hacer propósitos, que luego nos frustran si no los cumplimos. Se nos ofrece algo mucho más revolucionario: ¿creemos de verdad que podemos estrenar nuestra vida (a los 40 o a los 70…), que podemos recibirnos de nuevo como si estuviéramos recién salidos de sus “manos”, con nuestra arcilla aún fresca y temblorosa?… Ojalá que en este año que ya pisamos tengamos la necesidad de parecernos a Jesús, como Él la tuvo de parecerse a nosotros.