DE DOS EN DOS

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MariolaHace unos días una compañera tenía que someterse a una operación y cuando lo comentó en el grupo de personas inmigrantes a las que daba clase, una mujer argentina le ofreció un papel con su teléfono y le dijo: “Llámame si te ves necesitada”. Este gesto tocó su corazón. Me hizo recordar que yo había estado bromeando con una amiga sobre el hecho de que Jesús enviara a sus discípulos y discípulas de dos en dos, el porqué de esta insistencia en hacer el camino al menos junto a otro. Y de lo que comentamos me han quedado dos imágenes que me acompañan en este tiempo: una para los momentos de fragilidad, la otra para cuando nos sobreviene inesperadamente la luz. Necesitamos hacer el camino en compañía para poder tendernos la mano cuando caemos, para aprender a dar y a tomar con cariño… y, también de dos en dos, para tener a alguien a nuestro lado con quien poder brindar, porque es una acción que no es posible realizarla solos. Celebrar, agradecer, brindar la vida… para eso cuantos más mejor.

Contemplo a Jesús y me da alegría ver que son dos acciones que Él conocía bien por experiencia. Se pasó la vida levantando a otros y compartiendo la bondad sanadora de sus manos. Y cuántas veces brindaría en esas comidas que celebraba con gente con la que nadie se atrevía a comer. Todos necesitamos otra voz y otra mirada, un rostro amable ante el que poder reconocer el nuestro. Se nos han dado compañeros y compañeras de travesía, en este viaje extraordinario tras Jesús, para ayudarnos unos a otros a mantenernos vulnerables, a no secarnos por dentro, a no dejar que los comentarios ácidos, los juicios ligeros que nos duelen y los acontecimientos no deseados vengan a robarnos la bendición de cada día; a no dar poder a nada que pueda endurecernos el corazón.

Por esas casualidades de la vida estoy teniendo que hacer una incursión en el mundo de los padres y madres de la Iglesia y encontré esta perla de San Ireneo: “Pon en sus manos un corazón blando y moldeable y conserva la imagen según la cual el Artista te plasmó; guarda en ti la humedad, no vaya a ser que si te endureces pierdas las huellas de sus dedos (…). Hacer es propio de la bondad de Dios y ser hecho es propio de la naturaleza humana… no huyas de sus manos”. ¿Nos enviará de dos en dos para que no olvidemos el suave don de estas manos sobre nosotros? O dicho de otra manera: ¿para saber que pase lo que pase hay alguien ahí a quien podemos llamar, como esta mujer argentina le decía a mi compañera?