LA LUZ DE LA NAVIDAD, PARA QUE CADA UNO PUEDA DESCUBRIRSE HIJO AMADO, HERMANO DEL PRÓJIMO, HOMBRE NUEVO

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Os comparto lo que voy escuchando y dejando resonar en el ir y venir del claustro con la alegría de servirnos unos a otros, apoyándonos y alentándonos.

“La luz de la Navidad viene a nuestro encuentro, invitándonos a redescubrir la novedad que, desde la humilde gruta de Belén, recorre la historia humana […]: Dios se ha hecho carne, se ha convertido en nuestro hermano y permanece para siempre como el Dios-con-nosotros. […] Con esta alegría en el corazón y con un profundo sentido de gratitud, podemos mirar los acontecimientos que se suceden, también en la vida de la Iglesia. […] La Iglesia es, por naturaleza, extrovertida, abierta al mundo, misionera […] la Iglesia existe para invitar, llamar y reunir al banquete festivo que el Señor prepara para nosotros, para que cada uno pueda descubrirse hijo amado, hermano del prójimo, hombre nuevo a imagen de Cristo y, por lo tanto, testigo de la verdad, la justicia y la paz […]La Evangelii gaudium nos anima a avanzar en la transformación misionera de la Iglesia, que encuentra su fuerza inagotable en el mandato de Cristo Resucitado. «En este “id” de Jesús están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos estamos llamados a esta nueva “salida” misionera» (EG, 20). […] La misión comienza en el corazón de la Santísima Trinidad: Dios, en efecto, consagró y envió a su Hijo al mundo para que «todo aquel que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3,16). El primer gran “éxodo”, por tanto, es el de Dios, que sale de sí mismo para venir a nuestro encuentro. El misterio de la Navidad nos anuncia precisamente esto: la misión del Hijo consiste en su venida al mundo (cf. San Agustín, La Trinidad, IV, 20.28)” (Papa León XIV)