En tiempos en que en la vida religiosa había que pedir permiso para casi todo, contaban que llegó a una comunidad masculina muy numerosa un nuevo superior muy aficionado a leer y estudiar. Como llamaban con frecuencia a su puerta para darle recados y pedirle permisos, un día, harto de que le interrumpieran, colgó este anuncio: menos para casarse, hay permiso para todo.
Más allá de la historieta, lo sorprendente es que la petición “no molestar” aparezca nada menos que en boca de san Pablo en la carta a los Gálatas: “De aquí en adelante, que nadie me moleste porque yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús…” (Gal 6,17). Es evidente que el sentido cambia absolutamente y lo que Pablo viene a decir sería esto: a mí solo hay una cosa que me importe, así que todo lo que me distraiga, me entretenga o me disperse de ese único fin, me estorba y me fastidia; así que, por favor, dejadme en paz.
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