Cananea para pedir. Cristo Jesús para dar

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El profeta lo vio así: “Los traeré a mi monte santo, los alegraré en mi casa de oración”.

El salmista lo cantó así: “Conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación… Que canten de alegría las nociones, porque riges el mundo con justicia… ¡Oh Dios!, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben”.

El apóstol de los gentiles lo confesó asombrado, pues los nacidos en el hogar se habían rebelado, y los nacidos lejos de casa eran ahora familiares de Dios: “Dios nos encerró a todos en la rebeldía para tener misericordia de todos”.

Y el evangelista, asombrado aun más que el apóstol, vio cómo una mujer pagana entraba en la casa de los hijos y se hacía con el pan que para ellos estaba reservado: “Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”.

Profeta, salmista, apóstol y evangelista te hablan a ti, Iglesia pueblo de Dios, y hablan de ti.

A ti te ha llevado el Señor, tu Dios, a su monte santo, a su casa, al templo de su gloria, pues te ha llevado a Cristo Jesús.

A ti el Señor te ha dado a conocer sus caminos, pues te dio el conocimiento del que es el camino y la verdad y la vida para todos.

A ti se te ha dado a conocer la salvación, pues en Cristo Jesús has visto y abrazado el sacramento en que el Señor, tu Dios, la ofrece a todos.

Si a la luz de la palabra de Dios has podido adentrarte en el misterio de lo que eres, si has podido gustar lo que el Señor ha hecho de ti, si has conocido la gracia de Dios contigo, deja que esa misma palabra te guíe al conocimiento de lo que hoy vives en la celebración eucarística.

Hoy eres tú la comunidad de los que se dan al Señor para servirlo, para amar su nombre. Hoy eres tú la comunidad de los que perseveran en la alianza del Señor. Hoy eres tú la que en la casa de Dios, en su casa de oración, en Cristo Jesús, ofreces al Padre tu adoración en espíritu y en verdad. Hoy eres tú la que por Cristo Jesús haces al Señor, tu Dios, tu ofrenda de alabanza. Hoy eres tú la que en Cristo Jesús y con él vas haciendo al Padre tu declaración de obediencia filial.

En tu celebración eucarística, Iglesia en oración, hoy eres tú aquella mujer cananea que, con la fuerza de su fe, adelantó la hora de la salvación para su hija enferma; hoy eres tú la que, recibiendo a Jesús, recibes la buena noticia del reino de Dios, y ofreces a la humanidad la misericordia que la salva.

No olvides, sin embargo, que, siendo tú la cananea que pide gracia para su hija, eres también el cuerpo de Cristo, eres sacramento que lo hace presente en un mundo necesitado de salvación. Él había sido enviado “a las ovejas descarriadas de Israel”; tú has sido enviada “a todos los pueblos”, y a todos has de llevar el evangelio del reino que tú has recibido, para todos has de disponer la mesa con el pan de los hijos, a todos has de invitar para que se sienten a la mesa de la misericordia, de la gracia, de la salvación que el Padre del cielo a todos ofrece.

Para que seas hoy la cananea, para que seas siempre sacramento que hace presente a Cristo Jesús, sólo necesitas la humildad de la fe, la gracia de la fe, la fuerza de la fe. Feliz encuentro con Cristo Jesús para pedir. Feliz encuentro con los pobres para dar.

Feliz domingo.