LA REVISTA VR EN EL AÑO DE LA VIDA CONSAGRADA

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Carlos-R.-Cuartango¿QUÉ ES CONTEMPLACIÓN? (Carlos Gutiérrez Cuartango, Monje del Cister, Sobrado dos Monxes).

Cuando se abre el ojo del corazón, se contempla desde el promontorio del Espíritu el drama de la vida tal y como acontece. Ante semejante visión ya no hay cabida para lamentos estériles, ni para consideraciones como “esto debería ser de otra manera”; desaparece la preocupación de quedar bien o quedar mal y no hay lugar para intereses egoístas y mezquinos. Se aborda la realidad con honradez y se acoge con una confianza incondicional, amándola tal como es, sin las interferencias de la mente agitada. De esta manera uno puede zambullirse amorosamente en la vida, rebosante de vitalidad, sin el desgaste que produce el hecho de involucrarse, de darse importancia y de tomarse las cosas personalmente.

Es como si el Espíritu que habita en las entrañas del mundo y en el corazón humano viera por vez primera: se manifiesta, comprende y actúa a través del ojo interior amoldándose al perfil único e irrepetible de cada cual. Uno sigue siendo sencillamente el que es, con sus talentos y sus carencias, pero desplegadas desde el abandono de saberse y sentirse amado incondicionalmente. No hay pasotismo, indiferencia, resignación, ni conformismo, sino más bien todo lo contrario porque uno sigue enfrentando los desafíos cotidianos desde la realidad personal, desde la vocación recibida, desde los valores que a uno le constituyen. Pero todo se hace espontáneamente, con naturalidad, de una manera increíblemente eficaz y efectiva, con la mente acallada de creencias y deseos, con esa entusiasta pasión que emerge cuando se hacen las cosas como si todo dependiera de uno, pero al mismo tiempo con una impresionante anchura y levedad, sin el peso de la responsabilidad agobiante, sin la sobrecarga del estrés, porque se sabe humildemente que al final nada depende de uno ya que no está en las propias manos ni el control ni las consecuencias de las acciones; todo está en las manos de Dios. Uno vive el drama de la existencia anclado en la serenidad. No se elimina la oscuridad ni se destruye lo negativo –se es más consciente que nunca de que el Resucitado es y siempre será el Crucificado–. Todo queda reconciliado en la más profunda aceptación de la realidad, todo es Gracia. La confianza y la paz alumbran una dicha inefable, serena, que no está reñida con la aparición de las alegrías o tristezas habituales.

La apertura del tercer ojo transmuta la visión más o menos gris y apagada de la vida, en la mirada lúcida, penetrante, amorosa y transfiguradora propia de quien ve con el ojo de Dios. Este prodigioso milagro es un regalo de la Gracia –siempre podemos aguardarlo amorosamente– que despide una fragancia intensa y contagiosa de agradecimiento, amabilidad, compasión, confianza, sencillez, humanidad… ¡Humano, asombrosamente humano para ser divino!