ENTRE DESEOS Y ACONTECERES

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Si me pregunto en este momento de mi vida qué es lo que deseo, nace de mis entrañas: “dejar fluir”. Dos términos rítmicos que permiten imaginar un acompasado movimiento. Pienso en una corriente de vida imparable, algo así como un pozo surgente, que emerge a la superficie con una fuerza irresistible. No hay punto límite, ni muro que frene, ni término o llegada. El objetivo primordial es solo fluir… dejar fluir, sin confinar los sueños.

Me imagino al Espíritu, caudal inagotable de vida, recorriendo no sin nosotras y nosotros, los deseos que nos habitan, portando un mapa sin fronteras y el horizonte como guía.

Me imagino al Espíritu, cuidando las dinámicas generativas y no simplemente administrativas y organizativas, derribando los tiempos establecidos, los silencios impuestos, los miedos paralizantes y el “abc” de lo sabido.

Me imagino al Espíritu susurrando intensamente al oído: es hora de dejar fluir encuentros que aporten sentido, generen significado y muevan la energía necesaria para crear el futuro deseado. Porque hoy, más que nunca, “estamos invitados a desestructurar modelos sin vida para narrar lo humano tocado por Cristo, nunca revelado del todo en los lenguajes y en los modos” (Carta  Alegraos).

Dejar fluir arrastra la promesa del pasado, nos abre los ojos ante las interpelaciones del presente, e indica el camino hacia un futuro siempre abierto, inquietante y sorprendente.

El murmullo que deja el fluir a su paso, timbra sonando a profecía y a discernimiento compartido, invitación constante a vivir el tiempo presente como tiempo de Dios y no adecuando a Dios a nuestro tiempo limitado, estrecho y mezquino del presente.

Dejar fluir es guardar las ansias irreprimibles del corazón, y aunque nos tentemos a pensar que es tarde, “es todo el tiempo que tenemos a mano para hacer el futuro” (Casaldáliga). Se trata solo de insistir y dejar fluir la madrugada con su colorida paleta de colores.

Dejar fluir es en definitiva, recobrar la vista, las fuerzas, afinar la escucha, aprender de otros, sacudir lo quieto, desplegar las alas y comenzar de nuevo –como tan bellamente canta Cecilia Rivero Borrel, rscj–.

Dejar fluir, una surgente que nos hace corazonar y desplegar los deseos para que lo añorado acontezca. ¡Hagamos que suceda!