Pero hay más. Pues en el amor al enemigo no se trata sólo ni principalmente de romper una espiral violenta que nunca acaba, en la que a cada réplica sucede una contrarréplica peor. Se trata de algo todavía más profundo: de ser hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. ¿Por qué? Porque Dios es así, Amor, sólo Amor y nada más que Amor. Por eso, en Él no cabe ningún asomo de no amor, ningún odio. Los discípulos de Jesús están llamados a aspirar a esa filiación, a parecerse a ese Padre que sólo sabe de amores. A vivir un amor gratuito, como el del Padre. Un amor a fondo perdido, que no ama porque espera recompensa o respuesta, sino que ama por la grandeza desbordante de su corazón amante.
Para los oyentes de Jesús los enemigos eran personajes muy concretos y muy crueles: los soldados romanos, los soldados de Herodes y los soldados del templo, que les oprimían, les obligaban a pagar altos impuestos con lo poco que tenían para comer. Los enemigos les mataban literalmente de hambre. No se trataba, pues, de vulgares rencillas vecinales. Eso hace todavía más desconcertante la palabra de Jesús. ¿Cómo amar a alguien así? ¿Cómo amar a quien me roba el pan de mis hijos o incluso a quien los mata? No conviene que espiritualicemos las palabras sobre el amor al enemigo, so pena de no entenderlas.
¿Cómo amar entonces a mi enemigo? En primer lugar, no poniéndome a su nivel, o sea, no devolviendo mal por mal. En segundo lugar, no deseándole mal; deseándole, por el contrario, lo que me gustaría que él me desease a mi. En tercer lugar, deseándole bien; esto es fundamental en todo amor: el que ama desea el bien del amado. Y es fundamental para entender lo que Jesús dice. Pues Jesús no dice: tienes que estar de acuerdo con tu enemigo; o tienes que aplaudir lo que él hace. Tampoco dice: tienes que tener intimidad con él. No. Dice: tienes que amarle. Y amarle es ante todo desearle bien. Y desearle bien puede ser desear que cambie de actitud, que actúe de otra manera, que deje de hacer el mal, que se convierta, en definitiva.