Las comunidades monásticas y contemplativas hemos recibido una petición del Cardenal Mario Grech -Secretario General del Sínodo-, un mes antes de iniciar la fase preparatoria del Sínodo de los Obispos 2023, que creo es importante recordar en estos días previos, mientras nos acercamos a la apertura del proceso sinodal.
“En esta fase del proceso sinodal, no les pido que recen en el lugar de los demás hermanos y hermanas, sino que estén atentos a la dimensión espiritual del camino que emprenderemos, para poder discernir la acción de Dios en la vida de la Iglesia universal, y en cada una de las Iglesias particulares. Sean para todos…”ministros de la oración”, que recuerden a todos…que sin comunión con Dios no puede haber comunión entre nosotros”
Sí, alentémonos unos a otros -en estos días- a considerar una de las palabras que pertenecen a las cuerdas más profundas de nuestra vocación: la oración, y que es uno de los tesoros de toda la Iglesia.
Durante las últimas reflexiones de “la Urdimbre de la vida” hemos profundizado en el itinerario de la lectio divina, la oración monástica por excelencia, compartiendo mi propia experiencia. Espero que haya servido para abrirnos el apetito de la fe, y provocar en nosotros el hambre y la sed de avanzar juntos, orando los textos bíblicos, caminantes del único camino que tiene nombre propio: Jesús de Nazaret.
Cierto que las comunidades monásticas, y contemplativas, somos “custodios para todos del pulmón de la oración” (EG 262), sin la cual todas las actividades se vacían de contenido. De esto soy testigo. Pero no somos “guardianes exclusivos”. La custodia de la oración, que nos hace estar atentos a la dimensión espiritual dl camino que emprendemos ahora en esta fase preparatoria, que es la escucha de la voz del Espíritu a nuestro presente, es labor de todos y experiencia de todos.
La tentación es permanecer instalados, cada cual en su parcela, preocupados por las urgencias del momento, sin levantar los ojos al horizonte. Necesitamos volver a “mirar juntos” el futuro, y reflexionar sin ceder al desaliento y a la resignación. Pero esto no es suficiente, sólo es el primer paso. De hecho, el Santo Padre, nos recordaba en la misa de apertura de la Asamblea Plenaria del Consejo de Conferencias Episcopales Europea, en su 50 aniversario: “Ninguno tenga la tentación de dedicarse sólo a mirar y cambiar cerraduras”.
El segundo paso es “devolver el espíritu a las personas y los pueblos”, y esto –dice el Papa Francisco- sólo se hace ofreciendo nuestra experiencia a los demás, convirtiéndonos en tejedores de unidad, retomando diálogos abandonados por cansancio y desilusiones, reflexionando sobre nosotros mismos y nuestra experiencia de caminantes, y abandonando el hábito estéril de enumerar los motivos de la actual secularización, juzgando al que no cree, poniendo piedras de tropiezo en vez de quitar obstáculos, porque: “entonces el Jesús real se nos queda olvidado” entre tanta palabrería.
A mí me han ayudado estos mensajes y por ello os lo comparto. Que podamos en este camino sinodal, que en breve iniciamos, redescubrir la belleza de caminar juntos.