Muchas veces nos afanamos por responder a las preguntas equivocadas. El evangelio de hoy nos da la clave para hacer la pregunta adecuada.
No se trata de responder a la pregunta de dónde está Dios, sino saber con quién está Dios. O con mayor precisión en quién está Jesús.
Y la respuesta no deja lugar a dudas: Jesús es quien tiene hambre, sed, es forastero, está desnudo, enfermo o en la cárcel.
No es solo un estar en esas personas. Es un ser esas personas. Podemos hablar de una presencia real, de una eucaristía viva, de una Teofanía de fragilidad que despierta en nosotros el poder palpar al mismo Hijo de Dios en los márgenes de la vida, en aquello que parece prescindible o molesto. Aquel ante quien se vuelve el rostro sigue siendo presencia real en cárceles, hospitales, calles, fronteras, soledades… no hay que buscar más o hacer teologías imposibles que ricen el rizo de sacralidades enfermizas y acomodaticias.
Todos ellos son el Rey del Universo revestidos de fragilidad a punto de quebrarse. Maravillosa Teofanía.