Una oveja de 99 que se pierde, una moneda entre 10 que se extravía, un hijo que vuelve como jornalero y es acogido en el hogar por el amor de un padre que lo espera desde antes que se marche… Así es el Padre.
La alegría de los ángeles y la fiesta del pastor y de la mujer y del amo de la casa… Así también es nuestro Padre.
Y todo ello contrasta con los grandes números que siguen permanecido seguros, sin posibilidad de extravío, porque están en el redil de 99 o en la bolsa de 9 talentos que no se invierten por miedo o egoísmo, o en un hogar de cumplimiento y envidia de un hijo mayor que siempre hizo lo que le pedía el padre pero que no sabe ver la resurrección del que estaba muerto o la conversión del que estaba perdido en la vaciedad de una búsqueda de sí mismo.
La desproporción del Reino de 99 a 1, o de 9 a 1, o del abrazo que no pide explicaciones sino que se contenta con amar y que también sale a buscar al hermano mayor que no es capaz de reconocer la fraternidad resucitadora y por eso no reconoce tampoco al Padre ni al hogar… Así es nuestro Padre