ÓSCAR R. MARADIAGA: «NI LA ENFERMEDAD NI LA DIFAMACIÓN ME QUITAN LA ESPERANZA»

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Óscar R. Maradiaga, es arzobispo de Tegucigalpa (Honduras) y cardenal coordinador del G 9, el círculo de cardenales que el papa Francisco diseñó para impulsar la reforma de la curia. Hablar del cardenal Maradiaga es, en buena medida, hacerlo de este pontificado del que participa en sus decisiones más delicadas y firmes.

Se trata de un hombre cercano y buen comunicador. No huye de las preguntas delicadas y expresamente, nos dice, que desea comenzar esta entrevista aclarando algunas situaciones polémicas con las que últimamente se ha visto salpicado.

Tras el encuentro con Vida Religiosa nos queda claro que Óscar R. Maradiaga cree en una sola arma: la verdad de la palabra.

Últimamente algunos medios y las redes sociales, no siempre han sido benevolentes con Usted, especialmente han dado pábulo a polémicas que imagino le habrán hecho daño… 

Por supuesto, pero desgraciadamente esta acusación, aunque tiene el foco puesto en mí, es al Papa a quien quieren dañar. Yo soy un «nadie» pero como estoy en el grupo llamado G9, quieren destruirlo y, con ello, a Francisco. Es una pena esta situación. Insisto, es contra el Papa, pero esa reforma de la curia escuece. Se trata de acabar con determinados estilos que, desde dentro, están ofreciendo resistencia. El Papa lo sabe, y yo, evidentemente, también…

Detrás de estas acusaciones hay mucha envidia… No hay nada como la verdad. A estas alturas, cumplidos los 75 años, yo presenté mi disposición al Papa para renunciar. Él abiertamente me ha pedido que continúe. Que cuenta conmigo.

Sin embargo, se le ve lleno de esperanza…

Por supuesto, y después de un año luchando contra el cáncer que no es cualquier cosa… Fíjese hasta en este aspecto ha habido una carencia absoluta de misericordia con mi tratamiento. Tengo familiares en Houston que trabajan precisamente con tratamientos contra el cáncer como el que padezco, por eso se ofrecieron a hacérmelo gratuitamente. No hay nada más. A día de hoy, gracias a Dios, me encuentro bien. Dispuesto a lo que sea, con la conciencia tranquila y bastante recuperado.

Si le parece, entremos en cuestiones más propias de nuestra publicación. Sobre la cuestión de los jóvenes ¿Este próximo sínodo fue idea suya?

No. Fue una petición de mucha gente. En realidad, muchos de los que participamos en el Sínodo de la familia pedimos un Sínodo sobre los jóvenes. Ciertamente después de cada Sínodo se hace una sugerencia de temas y, entre ellos, salió el de los jóvenes. Éste, junto con el de la Doctrina Social de la Iglesia, fueron los más respaldados. Pero, finalmente, se impuso el Sínodo sobre los jóvenes, porque verdaderamente es una urgencia de la Iglesia y de todas sus instancias, la desconexión con esta realidad que es el presente y el futuro.

¿Tiene esperanza de que las consecuencias de este sínodo calen en los jóvenes?

Muchísima. Una de las razones es que, por ejemplo, en el pre-sínodo, participaron más de trescientos jóvenes. Estos manifestaron lo siguiente: “Estamos abiertos a la esperanza, estamos abiertos a la trascendencia y queremos ser acompañados en este camino”. Estos tres elementos esperanza, trascendencia y acompañamiento son fundamentales para los jóvenes de hoy. Nos ofrecen una pedagogía clara para proceder de otro modo, sabiendo que las circunstancias son absolutamente nuevas.

Sin embargo, podríamos pensar que esos jóvenes que participaron en el pre-sínodo «son muy nuestros», muy afines a la Iglesia… y pueden estar diciendo, en realidad, lo que queremos oír…

No creo… Es verdad que muchos vienen de nuestras estructuras, pero hay también un buen número que nunca han oído hablar de Jesús y están deseosos de escuchar palabras que contengan autenticidad y la propuesta de un mundo y una vida distintos.

Quizá esa sea la cuestión. Los jóvenes que están protestando y que salen a la calle diciendo que otro mundo es posible, no conocen a Cristo, no conocen la vida religiosa y sus propuestas…

Será que, tal vez, no les hemos anunciado a Cristo como un encuentro personal. En mi opinión, este tema es central para el papa Francisco, no se trata de ofrecer el encuentro con una doctrina, ni con unas ideas, sino el encuentro con Cristo que vive dentro de cada ser humano, que late en cada impulso de vida. Y esto ha sido y es un tema transversal en Francisco: “Invito a todos a encontrarse con Jesucristo…”. Encuentro personal que transforma porque comprende y asume las motivaciones humanas más sinceras.

El papa Francisco conecta muy bien con los sentimientos de los jóvenes, éstos no necesitan un diccionario para entenderlo. Ahí reside parte del éxito de Francisco, pero, con respecto a la vida religiosa ¿No hemos construido algo difícil de explicar y de entender para nuestros contemporáneos?

Estoy de acuerdo, cien por cien. Hace unos días estuve en San Pedro Sula de paso, porque tenía que tomar un vuelo y, como tenía varias horas, llamé a un padre que está en el seminario para ir a celebrar allí. La experiencia me encantó. Tienen chicos en el seminario menor, pero son acompañados por laicos: padres y madres de familia que les están ayudando a discernir en la adolescencia. ¿Por qué, por ejemplo, no damos paso a los laicos para que sean pastores de vocación?

Tal vez los consagrados y los presbíteros ofrezcamos una misión compartida demasiado condicionada. Tenemos todavía mucha prevención…  como si con la misión compartida perdiésemos poder…

Sin duda, para mí es el problema más serio: dejar el poder. El obstáculo más grande para la reforma de la curia es ese. Hay que mostrar y entender que la curia no es para ejercer un poder, sino, para ante todo, prestar un servicio.

¿Se va a conseguir?

Creo en ello, pienso que sí, pero para eso es necesario cambiar a la gente. Así se lo manifiesto frecuentemente al Papa. Sin cambiar a la gente, no va a cambiar la curia, ni va a cambiar nada. Y eso es lo más difícil en este momento para Francisco, porque además él «no quiere mártires».

Está hablando de hombres que su «bloqueo» lo hacen en nombre de Dios, desde la fe…

No se equivoque, no tienen fe. A mi juicio, tienen una fe intelectual, no es vida es una fe fabricada, sostenida y cuidada en el poder.

Este momento es mucho más esperanzador para la vida religiosa, al menos desde la comprensión de Roma. ¿Pero, vamos a ser capaces de asomarnos al porvenir? ¿Saldremos de este atolladero? ¿Cómo ve las congregaciones?

(Tras unos segundos de silencio…). Hay cosas que me preocupan ¿Por qué? Porque este tiempo no se satisface con palabras: necesita los gestos efectivos y expresivos. Si no las palabras se agotan. La vida religiosa no necesita más textos sobre la interculturalidad, sino decisiones interculturales. El peligro es volver a actitudes y gestos del pasado (porque dan seguridad).

El peligro son las decisiones de protección y estilos de gobierno en la vida religiosa que afirman el  ayer… y por eso me encanta que el papa Francisco siempre nos habla del discernimiento. Discernimiento, discernimiento y también valentía para dar los pasos hacia el futuro, no podemos vivir repitiendo y haciendo más de lo mismo, eso sí que ya no tiene cabida.

¿Qué le va a pasar a la vida religiosa si un día se queda sin las obras que tiene?

Si perdemos las obras, siempre repito que necesitamos volver a la misión y a la evangelización. El Papa lo dice en Evangelli gaudium claramente: “No nos dejemos robar la misión” pero quiero afirmar que en algunos lugares lo que percibo es que no hay nada de oración, y cuando esto ocurre la misión se devalúa y se convierte en mantener su rebañito de la parroquia (o colegio) y punto.

Otra cuestión de la vida religiosa que es muy preocupante, es el proceso de envejecimiento tan notable que vivimos.

Recuerdo que hace años estábamos en una conferencia, yo acababa de llegar a Roma y Egidio Viganò todavía no era rector mayor, y un hermano salesiano le preguntó: ¿qué piensas tú? ¿cuánto tiempo va a durar nuestra congregación? Y le dijo: ¿dime desde que posición estás preguntando? Si me estás preguntando desde dentro, te contesto, si me estás preguntando desde fuera no te contesto. En segundo lugar,  va a durar lo que dure tu fidelidad y mi fidelidad. Mientras tú seas fiel y yo sea fiel, tenemos congregación. Y eso me sacudió. Claro, tenemos que ver el futuro con realismo porque vamos envejeciendo. Pero, ¿por qué será que muchos jóvenes no se acercan?, porque el Señor sigue llamando. Tal vez será porque no les hacemos la propuesta vocacional claramente. Por ejemplo, recuerdo mi historia vocacional, yo jamás pensaba ser cura, pero empecé a ser monaguillo y me empezó a gustar. Y un día el director que fue después mi arzobispo me dijo: ¿No te gustaría ser sacerdote? Nunca lo había pensado pero empecé a pensarlo y ya lo puse como una de mis opciones, y después fue difícil porque yo solo tenía dos, o piloto o cura y me ganó el Señor. Pero yo creo que hoy falta mucho eso, falta que tengamos la valentía de hacer la propuesta porque somos pescadores y si la red está colgada ¿de qué sirve? Hay que echarla.

¿Cómo ve la vida comunitaria Maradiaga en este tiempo? ¿Es posible con los rasgos que nos definen?

Yo digo que es más que nunca necesaria, aunque sea contextualizada o por pequeños tiempos, no puede jamás ser dejada, porque vivimos tiempos en los que también los jóvenes están encerrados en un individualismo galopante y de lo peor… el ordenador o el teléfono y ya está…

Algo que también vivimos los religiosos dentro de nuestras comunidades…

Efectivamente. Se trata de tener la valentía de quemar tiempo para compartir, perder tiempo, tener esa valentía que es indispensable. En la familia, en los matrimonios, hay tanto problema porque ya no se conversa, ya no comparten. Simplemente cada uno hace lo suyo y punto, entonces la comunión y la comunidad queda profundamente herida. Es una cuestión de antropología, no solamente es de vida consagrada. «Yo estoy diseñado para ser comunitario», me lo dijo el Papa con sencillez… fue al apartamento y me dijo, fui allí arriba y eso es una cárcel, eso es una prisión yo necesito la gente, y eso es. Yo necesito mi gente, yo necesito mi comunidad, yo necesito mis hermanos o hermanas para tener un tiempo para «quemarlo» y no tener miedo de hacerlo, aunque sea para tomar algo, para contar algo, para vivir la informalidad y espontaneidad de la vida. Necesitamos compartir.

Y otro aspecto muy importante de nuestro tiempo como es la interculturalidad, la convivencia de diferentes procedencias y, por tanto, visiones… ¿Cómo lograr esta conversión intercultural?

Esto cuesta muchísimo. Sabes, yo digo: qué difícil es ser compresivo, pensamos que somos comprensivos pero muchas veces somos comprensivos intelectuales y ser comprensivo es otra cosa, ser comprensivo es «salir del propio pellejo» y tratar de meterse en el pellejo del otro y esto no se puede, cuesta muchísimo hasta cuando tú sientes con el otro, o lo que dijo el Papa que a mí me encanta, «llorar con el otro», ahí empiezas a ser comprensivo.

¿Cómo se puede decir no a la corrupción si es la tentación máxima que nos rodea?

Una de las primeras respuestas es: ¿dónde está tu jerarquía de valores? Porque el problema es éste, vivimos en un lío tal que ya no sabemos que son valores y que no son valores. A veces, yo suelo decir, vivimos en una sociedad que tiene una próspera bolsa de valores sin valores, solo con dinero y éste es el problema, que es una de las tentaciones más grande. Si tu preguntas a muchos chicos ¿tú qué quieres ser? –yo quiero ser médico, ¿y por qué? porque eso da dinero–. El dinero ha ido entrando como el valor máximo para muchísima gente y, además, quieren conseguirlo a cualquier coste… es el problema del dinero fácil ¿quién te lo ofrece? La droga, el tráfico de la misma o tener un puesto en un gobierno donde fácilmente puedes defraudar, en fin, y en otras tantas cosas… Yo creo que la primera respuesta es: define tu jerarquía de valores  ¿Y si quieres el dinero como el máximo valor? Hemos vuelto al Antiguo Testamento con el becerro de oro. Lo vemos muy presente en nuestra sociedad.

Quizá, en buena medida la situación vocacional está dependiendo de la situación de la familia ¿nos puede dar algunas claves de pastoral familiar?

Puedo dar una respuesta facilísima, se llama Amoris Laetitia, ese tesoro que nos brindó el papa Francisco y voy a compartiros una confidencia, una confesión. Resulta que el trabajo de un Sínodo, una vez que termina, se elige una secretaría de Sínodo, se eligen 12 padres sinodales: 3 por Europa, 3 por África, 3 por América y 3 por Oceanía y Asia, y el Papa nombra a tres de su libre designación, y se nombraron los 15, entre los cuales caí yo. Y supuestamente después de cada sínodo se recoge todo el material y la secretaría del sínodo se reúne para organizarlo y para proponer al Papa algunos textos o, incluso, cuando él lo pide, redactar el primer borrador de la exhortación post-sinodal. Terminó el segundo sínodo sobre la familia y no tuvimos convocatoria del secretariado, entonces en la reunión que teníamos en diciembre del G9 yo pregunté: ¿Santidad, cuando nos vamos a reunir? Más adelante, me dijo. Pasó el tiempo, y en febrero, volví a preguntar: ¿cuándo vamos a reunirnos? Me dijo, ya lo hice. Amoris Laetitia es, íntegramente, de él con todo lo escuchado en los dos sínodos. Una de mis frustraciones es que veo que muchísima gente ha tomado Amoris laetitia con gran amor y con gran interés y, sin embargo, muchas veces dentro de la Iglesia quema, y algunos se han quedado en una nota a pie de página sin leer todo el tesoro del texto. Para mí se trata de una renovación de la pastoral familiar completa y vale la pena.

¿Cómo llegar a los jóvenes y transmitirles un mensaje de vida sabiendo que hay cosas en la Iglesia que no pueden cambiar porque son pilares fundamentales de la fe?

Le hicieron a Pablo VI esta pregunta, recordemos que el pobre tuvo que sufrir palos y palos, para aplicar el concilio porque había una barrera enorme diciendo que no, que eso era herejía. Le preguntaron a Pablo VI ¿se puede criticar a la Iglesia? Y dijo sí, pero con amor, como un hijo critica a su madre, y yo creo que ese es un criterio que no ha pasado de moda. Si yo amo a mi Iglesia la puedo criticar no con odio o como enemiga. Creo que ese es un criterio que tenemos que tener siempre en el corazón, podemos criticar a nuestra madre con amor. ¿Cómo llegar a los jóvenes ahora? Con la frescura del evangelio, pero con fidelidad… y fidelidad no es quedarme aquí encerrado en estos cuatro muros ¿por qué? Porque entonces voy a ser fiel hasta la muerte, pero no voy a atraer la fidelidad de nadie porque la fidelidad es diálogo entre dos realidades que son tradición y novedad, las dos son importantes. Si me quedo solo en la tradición será naftalina en una urna cerrada, y si solo me sitúo en la novedad, entonces me instalo en lo voluble, que cambia según el viento que sopla. Hoy en día, el peligro es cerrarse en cualquiera de los dos extremos, pero ninguno de los dos es fidelidad, es esa línea difícil con equilibrio, inestable, pero es ahí donde está la verdad del mensaje que llama y que atrae.

Los jóvenes hoy nos siguen preguntando, ¿cómo es la casa donde vive Cristo? ¿Cómo es nuestra casa, cómo acogemos?

Yo siempre me hago la misma pregunta, si Cristo está en mi casa o tal vez lo tengo un poco marginado. Cristo no vive en un lugar determinado, Él vive en donde está el amor, donde está la alegría, donde está la paz. El problema es ¿hemos encontrado ese lugar o todavía estamos afuera (los que creemos estar dentro), todavía estamos en esa nebulosa que nos ofrece la sociedad o estamos perdidos en tantas cosas superficiales? Creo que es imprescindible esa pregunta personal. Pero también una comunitaria, ¿qué calidad tiene lo que estamos viviendo juntos o juntas? Una de las cosas que yo he encontrado a lo largo de toda mi vida es que no hay cosa peor que encontrar una comunidad de gente triste o peor todavía de gente que no comunica alegría. Por eso, la alegría es muy importante, la alegría del evangelio.

Quizá nos falta crecer en la comunión dentro de nuestra propia comunidad, para poderla ofrecer…

La comunión ad intra, para mí es imprescindible porque nadie da lo que no tiene y si nuestra comunión en la comunidad es solamente de relaciones diplomáticas o es solamente de labios para afuera es testimonio que no convence. El Papa convence porque lo que nos dice él lo vive, por eso nos puede hablar de la cercanía, la pone en práctica cada miércoles, por ejemplo, cuando prolonga la audiencia saludando a todo el mundo. Algunos lo critican dentro del Vaticano “para que tanto saludar”. Forma parte del mensaje que transmite y es que lo vive y lo vive a diario. Eso es lo importante.

Concluimos. Oyéndolo y, leyéndolo, hay una síntesis evidente. Usted es un hombre de esperanza…

Yo sí, sin duda, incluso con esta campaña de difamación y con la enfermedad que comentaba al inicio de nuestra conversación, estaba pensando… bueno, si ya me llama el Señor, ya estoy lleno de esperanza y le dije al Señor: Está el pasaporte preparado, cuando quieras me voy feliz.