viernes, 19 abril, 2024

VENID Y LO VERÉIS

En el evangelio de este domingo se nos presenta un relato hermoso de llamada al discipulado. Un relato de preguntas y respuestas, no el directo “sígueme” de los sinópticos. Una pregunta abierta de Jesús que interpela a los dos que lo seguían movidos por las palabras del Bautista (solo se nos da el nombre de Andrés, el otro discípulo es anónimo, puede ser cualquiera de nosotros).

Estos discípulos le piden a Jesús información (“Dónde vives”) y lo que reciben es una invitación: “Venid y lo veréis”. Ellos se quedaron con él un tiempo indeterminado, aunque la delicadeza del evangelista nos regala una hora aproximada de comienzo: “Serían sobre las cuatro de la tarde”.

Para nosotros también es válido este evangelio. La propuesta de seguimiento es más un juego de preguntas y respuestas, un abrir posibilidades, que una imposición sin posibilidad de réplica.

Aunque estemos seguros del valor de llamada el dinamismo de libertades es sagrado. Tampoco es cuestión de presentar una película de Disney o un cómic de superhéroes, ninguno de ellos es evangélico.

Tampoco se trata de dar información, algo que en homilías, procesos formativos, procesos catequéticos y dinámicas de grupo abunda.

Se trataría más bien de propiciar, sin artificios, una experiencia. Y aquí, quien juega un papel determinante, es la comunidad. Una comunidad real con sus luces y sombras. Hombres y mujeres esperanzados y con la conciencia plena de que necesitan ser sanados y perdonados. Que saben que ellos no son el Cordero, sino aquellos que lo señalan y no siempre con éxito. Comunidades que saben que no saben y que celebran lo pequeño cotidiano. Comunidades sin importaciones y que creen (no siempre lo consiguen) que el único poder es el servicio. Comunidades que acogen y apuestan por esos pequeños preferidos de Dios. Comunidades incómodas porque experimentan que no contienen en sí ninguna perfección, sino que necesitan de los demás para construir el Reino, también con los no creyentes.

Desde estas comunidades bienaventuradas, nunca por méritos, se puede intuir al Dios de la Vida. Se puede proponer, con rubor, “Venid y veréis “

 

 

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