«Montar algo nuevo»
(Vr, 10.vol. 123). Hablar sobre o escribir sobre… siempre es parcial, delicado y peligroso. Lo ideal es hablar con, llegar a, hacer con, entender a o creer a los jóvenes. La vida consagrada, desde siempre, ha intentado este diálogo. Desde siempre, ha posibilitado que las edades tempranas puedan hacer itinerario en las grandes escuelas de espiritualidad y mística que las órdenes y congregaciones han encarnado. Con lo cual y de manera sencilla, podemos afirmar, que la vida consagrada no está lejos del sueño de los más jóvenes.
El paso de los años, sin embargo, nos ha ido diciendo que los trayectos se han distanciado y hoy, toda la Iglesia y las congregaciones, en ella, se descubren buscando qué lenguajes, qué formas y qué fondos deben atender, entender y acoger.
Todo nos dice que un joven necesita trabajar en una StartUp, montar algo nuevo. Aquí es donde podemos encontrar el problema. Da la sensación de que lo nuestro es un corpus, que debe ser aceptado y admitido, tal cual. Sin embargo, la esencia de la vida consagrada, que es el carisma de la libertad, permite la adecuación a la realidad, la cultura y el tiempo. Por eso, ¿Qué mejor propuesta para quien busque y necesite engendrar un modo nuevo que no se ajuste a lo que el mercado de la producción y la cultura dicten? ¿No será la vida consagrada de todos los tiempos, y en particular la de este, quien mejor pueda favorecer que la creatividad y la búsqueda de Dios se exprese de manera que quien es joven se encuentre y afirme?
El Youth Speak Survey, una macro encuesta global realizada a jóvenes de 126 países distintos, detectó que un 86% de los jóvenes quieren desempeñar una posición de liderazgo en el futuro. Cuando vamos a los contenidos de ese liderazgo, esa necesidad de afirmación y encuentro personal, de nuevo, encontramos ejes que no son ajenos a los principios de vida consagrada: Interesan los temas globales, quieren mejorar el mundo, creen en el desarrollo sostenible y están obsesionados por conseguir un entendimiento cultural. Aspectos todos ellos que cualquier consagrado o consagrada en edad adulta debe suscribir y cuidar.
Si esto es así, quizá no deberíamos obsesionarnos por crear artificialmente puntos de encuentro, sino en cuidar los aspectos fundamentales del carisma y liberarlos de añadidos culturales. Todos, en esencia y forma, necesitamos crear en el cada día la novedad de estar respondiendo a algo tan novedoso como el reino haciéndose camino; ir a los asuntos globales donde nos lo jugamos todo; la pasión por transformar el mundo y devolverle concordia y humanidad; recrear una ecología posible y armónica con lo creado y con la riqueza, no amenaza, de todas las culturas. Y la vida consagrada, configurada con Jesús, puede encarnar todo eso arriesgándose a ser libre.