Quim Erra i Mas, OH (Vr, n.10,vol.123). Intuyo que nos puede ayudar, no pensar mucho en lo que queremos y esperamos de los jóvenes y dejarles que sean ellos quienes vayan diseñando sus vidas. Debemos aportar criterio, acompañamiento, pero no lenguajes ni expresiones. Intuyo que los jóvenes necesitan puntos de referencia claros, convicciones, pero no hojas de ruta minuciosas. Por otro lado vivimos en una pluralidad que forzosamente se ha de visualizar y reproducir en nuestras vidas. No es fácil pero imprescindible, saber compartir lo esencial: el seguimiento de Jesús y los valores propios del carisma, en comunión pero con amplitud de acogida a estilos, formas y maneras de vivirlo. Imagino y sueño una
Iglesia y unas comunidades multicolor, que no juzgan ni prejuzgan, que no se escandalizan porque lo que para nosotros era casi sagrado, ahora se vive con mayor relatividad. No es un todo vale, las raíces y motivaciones, deben ser claras y discernidas, pero sí saber hacer aquello tan básico de separar el grano de la paja. Tenemos una dificultad, a veces, no nos ponemos de acuerdo en lo que es esencial y lo que es accesorio, y ante ello más nos vale, en mi opinión, dejar que la novedad fluya, que el Espíritu actúe y asumir aquello tan sabio que si es de Dios, será y si no lo es, no hace falta que apaguemos los sueños, ni que enderecemos lo que no nos parece, que de ello ya se encargará la vida del Espíritu. En neonatología se promueve como una buena terapéutica “la mínima intervención”, solo lo indispensable para que el neonato pueda evolucionar reduciendo al máximo riesgos de iatrogenia o daños secundarios… quizá este pueda ser un criterio, no nos afanemos por hacer mucho y dejemos que las personas crezcan, maduren a su ritmo y puedan reconocer su identidad cristiana y/o religiosa siendo ellos mismos, a su manera y con apoyo a la pluralidad.