Juan el Bautista está en la cárcel, a punto de ser ajusticiado, y duda. Me imagino que dudaría de todo. Pero su mayor duda tiene como centro a Jesús: es o no es el Mesías. Habría que esperar a otro?
Jesús le manda recado aludiendo a lo que los demás ven y oyen de su vida. Eso es su mesianismo que libera y reintegra.
A renglón seguido viene una de esas bienaventuranzas, que por estar desligadas de las demás, no solemos tener en cuenta: «Dichoso aquel que no pierde su confianza en mí».
En este tiempo de Adviento la bienaventuranza cobra mayor fuerza. Nos recuerda una actitud fundamental: la confianza. Esperar con firmeza y seguridad. Creer en los demás. En la posibilidad de lo bueno y bello nos rodea, aún en la mayor de las fragilidades. Que la Buena Nueva sigue siendo eso: novedad rodeada de bondad de parte de un Dios que hace lo imposible real: ser uno de nosotros pero con la capacidad de hacer ver, oír, andar, resucitar, liberar, de un modo distinto y que nos lo deja en herencia.
Maravilla de bienaventuranza en Adviento. Confianza renovada en Dios humano y, por ende, en la humanidad divinizada. Que así sea.