Para la Iglesia, el tiempo es siempre de espera confiada, porque Cristo Jesús vive… Y quienes hemos sido incorporados a Cristo por la fe y el bautismo, estamos ya resucitados con él… Resucitados, es nuestro nombre de creyentes. Resucitados, es ya para siempre nuestra condición delante de Dios.
Por esa comunión con Cristo Jesús en su resurrección, su cántico de alabanza al Dios de la vida es hoy también cántico de alabanza en el corazón y en los labios de los hijos de la Iglesia: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado… sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir”…
Con Cristo Jesús decimos: “me has librado”, porque con Cristo Jesús somos el pueblo de la pascua.
Los mensajeros celestes de la resurrección encerraron en cinco palabras toda la historia de Dios con el hombre, cuando, de Jesús el Nazareno, crucificado, muerto y sepultado, dijeron: “No está aquí. Ha resucitado”.
Por su parte, los apóstoles, dieron testimonio, diciendo: “El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero”.
Y hoy, celebrando los misterios de la resurrección del Señor, celebrando su paso de la muerte a la vida, nosotros vivimos en los sacramentos pascuales nuestra propia resurrección con Cristo: Al atardecer de la vida de Jesús, nos visitó el llanto; al amanecer de su resurrección, nos visitó el júbilo.
Ha resucitado el Señor, y a todos nos alcanza la compasión de Dios. Ha resucitado el Señor, y se renueva toda la creación. Ha resucitado el Señor, y se estremecen de alegría los hambrientos de justicia, de pan y de paz. Ha resucitado el Señor, y a su cántico se han unido todos los crucificados de la tierra, los mártires del hambre y de la sed, del frío y de la soledad, del abandono y del odio, de la violencia y del miedo, de la prepotencia y de la crueldad… Ha resucitado el Señor…
Y de nuevo sentimos como nuestro y entonamos con él su cántico de alabanza: “Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre”…
Aquel día, junto al lago de Tiberíades, los discípulos oyeron que Jesús les decía: “Vamos, almorzad”… Y vieron que se les acercaba, tomaba el pan en las manos, y se lo daba…
Hoy, Cristo Jesús toma el pan, lo parte, y nos lo da, diciendo: “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo, entregado por vosotros”…
Hoy, al recibir a Cristo Jesús, reconoceremos cumplidas en nuestra celebración las palabras del evangelio: “Jesús dijo a sus discípulos: «Vamos, almorzad». Y tomó el pan y se lo dio”.
La creación, la humanidad, todo es nuevo si el Señor se acerca y lo ilumina con la luz de su presencia, todo se recrea si Cristo ha resucitado.
Por eso hoy, los pobres nos reunimos en asamblea eucarística, porque allí nos espera el Señor, porque necesitamos extender la mano y recibir el pan de Cristo Jesús, el pan que es Cristo Jesús. Necesitamos comulgar con Cristo resucitado.
Tangibles como ese pan serán para nosotros la bienaventuranza, la paz, y la esperanza, la resurrección y la vida.
Todo se renueva, todo resucita, si Cristo vive, si “Jesús se acerca, toma el pan y nos lo da”.
Feliz encuentro con Cristo Jesús, feliz comunión, feliz resurrección.
P.S.: Se nos ha ido el papa Francisco:
Francisco de Dios y de los pobres, como Jesús…