Yo soy la puerta del aprisco dice Jesús. No sólo camino, no. El es entrada, pero también salida. Él es la libertad libre que nos hace libres en el amor y no gregarios en la uniformidad como a tantos les gustaría. Esa libertad que nos convierte en ovejas que a las que él conoce por nuestro nombre y aquellas que reconocemos ese nombre cuando es pronunciado desde la profundidad de su voz.
Podemos entrar y salir. Es más, debemos saber salir. Salir a pastar y ayudar a otros a pastar y poder dejarnos pastar. En el fondo lo fundamental es ese dejarse pastar, dejarse partir como como Él lo hizo y lo hace. Entrar y salir, pastar y dejarse pastar. Sin miedo, sin guardarse.
Y si de entrar y salir, de partirse y dejarse pastar, alguna vez nos perdemos… Sabemos, vivimos, que alguien nos va ir a buscar y a recoger en sus brazos. Que aún arriesgando a 99 va a salir a buscar a una. A esa que salió y no supo volver, a esa que se partió y se agotó. A esa, que perdida, se regaló.
Entrar y salir. Felices