NÚMERO DE VR, FEBRERO 2018

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TENER IDEAS ELEVADAS (Editorial)

La vida consagrada pierde luz cuando se queda en miradas cortas. Son tiempos para atender a quien proponga miradas elevadas o con visión, o con perspectiva, como ustedes prefieran. A un compañero mío le gusta hablar de la mirada telescópica, frente a visiones nacidas del microscopio. Y me parece muy acertado.

No deja de ser necesario el análisis, la evaluación y la revisión. Para crecer hay que saber poner «negro sobre blanco»: dónde estamos, qué hacemos y qué buscamos. Pero también hay que ser conscientes que quien solo vive y sirve para ello, hace imposible la vida, la propia y la de su entorno. Quien tiene el don de poseer ideas elevadas no se deja entorpecer por los detalles, ni pierde la alegría por minucias. Adivina, con su mirada proyectiva, cómo se anuncia porvenir, incluso en las situaciones de caos.

La vida consagrada necesita tener mirada telescópica si quiere encontrarse en este horizonte en el que se agolpan situaciones a las que parece hay que dar respuesta. Percibimos que hay un buen número de hermanos y hermanas que, sofocados por los detalles, están perdiendo el mejor espacio y creatividad para soñar y crear un horizonte de consagración que sea, en verdad, contemporáneo de este siglo.

Habrá quien piense que las miradas amplias, por serlo, son etéreas y hasta incluso alejen del compromiso y la radicalidad. Creo que no es así. Más bien, la mirada con horizonte abre una perspectiva de posibilidad al Reino que, de lo contrario, queda reducido a matemática o a economía o a obras o a pura ocupación de agendas. La mirada amplia es la que posibilita el diálogo con la trascendencia, de suerte que las decisiones del día a día, respondan a esa fuerza que los valores del Reino tienen en aquellos y aquellas que tienen fe.

Tenemos la sospecha de que ciertas situaciones de declive que se palpan con fuerza proceden de miradas microscópicas, que se caracterizan por cuestionar, silenciar o ridiculizar cualquier mirada elevada. Como de la abundancia del corazón habla la boca, los amantes del microscopio suelen hablar de los mismos lugares y de la misma gente; con los mismos lugares y con la misma gente. El telescopio, por el contrario, permite inaugurar lugares y estilos; conocer personas y claves de lectura. La vida consagrada, en su esencia más original, es siempre un espacio de inauguración y novedad. No es el camino de perpetuar y garantizar historias, sino el de iniciarlas. Romper con la pretendida comprensión de que la fidelidad es permanecer, cuando, en verdad, la esencia de la fidelidad es saber marchar, propiciar, dejar amando y amar dejando.

Podemos estar viviendo un espejismo porque las búsquedas son verdaderas, sin embargo, cómo lo hacemos tiene su ambigüedad. A mayor anhelo de novedad del Reino, solemos medicarnos con conservaciones arduas de costumbres y estilos; a más elevadas invitaciones a la entrega y provisionalidad, solemos respondernos con permanencias eternas que condicionan severamente cualquier movimiento de tierra y de mente; a mayor invitación a un estilo de vida sencillo solemos respondernos con propuestas alambicadas y complejas de burocracia, producción y eficacia. Definitivamente, nuestra situación actual está pidiendo recuperar las ideas elevadas, la mirada al cielo y al horizonte. En lo concreto, en las distancias cortas, se percibe demasiado y demasiado bien, que falta perspectiva, sobra apego a lo logrado y no hay capacidad para el tránsito de la vida cuidada al discurso aprendido y distante. Quizá la razón esté en que el telescopio no permite ni el control, ni la posesión, te hace pequeño ante una realidad enorme. En el microscopio, sin embargo, controlas una realidad, sensiblemente minúscula, la manejas, te la sabes bien y sabes cómo va a responder y acabar. El microscopio es la herramienta de quienes leen desde sí mismos a los demás. Por eso proyectan, sospechan y dudan. Condicionan la vida. El telescopio sirve a quienes quieren encontrar sentido de amplitud, donde los acentos y las diferencias son necesarias. Distinguen colores y perspectivas. Son creadores y creadoras de vida y, por tanto, de comunión.