Compartimos con el resto de la humanidad el deseo, casi infantil, de la felicidad y la armonía entre todos y para todos, y también el escepticismo, más adulto, que duda que algo así se pueda lograr. Quizá este año necesitemos volver al lenguaje más clásico. Al de los propósitos. Y así abrir la mejor disposición de cada uno para construir un año nuevo. Comprometernos con el año nuevo pasa, en primer lugar, por la disposición para dedicar lo mejor a Dios. Quizá acabar con la «política» de recortes y tiempos y emplear lo mejor de nuestra vida solo a buscarlo, a recuperar un amor sin precio ni límites, a dejarnos entusiasmar por el gusto del misterio en lo pequeño, concreto e íntimo.
Quizá también traiga novedad a nuestro año, el cuidado de la salud del corazón. Posibilitar que vuelva a latir queriendo y queriendo bien. Tomar la medicación adecuada de reconciliación y respeto para vivir amando y amar viviendo; sin costumbres o prejuicios. Un comienzo de año puede ayudar a que sobrevenga la sorpresa de no necesitar rencor, ni vallas o concertinas de separación con quien, hasta ahora, considerábamos innecesario o innecesaria de nuestra identidad fraterna. Pero, ¡fíjate bien!, la novedad no es solo el perdón, es la no exigencia de reciprocidad. Es nuevo porque tú regalas, pero no exiges respuesta.
El año nuevo se construye cuando aceptas que las buenas ideas no son solo tuyas… ni siquiera las mejores. Por eso, antes de juzgar o despreciar cualquier propuesta de tu comunidad o congregación, puedes empezar a verlas como posibilidad y riqueza. El año será nuevo cuando te sorprendas apoyando y confiando en un «nosotros» quizá débil y con necesidad de mejoras, pero tan real y milagroso que consigue que cada quien, empiece a aportar lo que es y los otros no lo vivan como una agresión o cansancio.
Se construye un año nuevo cuando no concedes espacio al conformismo de mínimos. Cuando no basta la educación o el respeto, aunque se cuiden, sino que necesitamos más. Cuando no permites que la esencialidad de la comunidad se concrete en el «cada uno» o «cada una» y las «tablas de salvación» que haya podido fabricar, comprar o pactar.
Es nuevo el año si en él te arriesgas, ofreces, sonríes o aportas más. Y lo haces sensiblemente, sin que se tenga que adivinar tu búsqueda de verdad porque es evidente.
Será nuevo el año si experimentas una reconciliación con tu persona. Con la intrahistoria que teje tus historias. Con tu origen, tu posibilidad y debilidad. Si inicias un ejercicio de amor real con las partes de tu vida no amadas o amables. La visión distorsionada del entorno nace, en buena medida, de la difícil comprensión de lo íntimo.
El año será, efectivamente, nuevo si te devuelve a la Palabra. La que sabe a Alianza, elección, compromiso, vocación y vida. Aquella que quieres beber para poder vivir. La que inunda el sentido, la pasión y la esperanza. Así, poco a poco, las palabras también gustarán la novedad. Cada vez se harán más necesarias. Encontrarán el impulso de la acción. Las palabras cuando nacen de la Palabra no cansan. Cuando no la conocen, son solo ideología, moda o influjo cultural. Y, como no tienen inspiración, suelen servirse de la crítica, la ironía o el miedo.
Quizá el año puede ser nuevo si hablas mucho más con los pobres y mucho menos sobre ellos. Si dejas de preocuparte por cosas, compras, sitios, seguridades y cargos, y aprendes a complicarte con rostros, personas, necesidades y búsquedas. Puedes recuperar humanidad, diálogos que se han interrumpido, disfrutar del don de la vida, admirar la creación y las criaturas. Lo mismo empiezas a cuidar la vocación y aprendes a dar gracias por las que tienes al lado.
¿Quién sabe? A veces la novedad parece un laberinto, aunque, cuando la buscas, aparece, porque siempre estaba.
Intuyo que el Espíritu nos quiere en estado de novedad y que además coincide con el deseo más profundo de todo consagrado y consagrada. Hemos de animarnos a construir, conjurarnos para ser aliento, confiar, creer y caminar.
Recordemos que cuando Jesús hablaba de Reino algunos discípulos, sin embargo, pensaban en quién era el primero… Construye un año nuevo, quien no se desencanta, quien espera con brazos abiertos, quien ofrece otra oportunidad… Quien no tiene memoria para, nada más nacer, hacerlo viejo.