Por muchos para el perdón de los pecados
Sigo con el “muchos” o “todos” de las plegarias eucarísticas. Pues más allá de la traducción hay una cuestión teológica de fondo que refuerza el sentido de “por todos los hombres”. Me explico. Cuerpo y sangre es un binomio que indica totalidad. Cuerpo y sangre son metáforas de la vida. Mejor aún: son la vida misma. Cuerpo entregado y sangre derramada: una vida que se entrega totalmente, sin ninguna reserva. ¿Y para qué se entrega? Para dar vida. La vida nace de la vida. El que entrega la vida multiplica la vida. En nuestro caso se entrega “para el perdón de los pecados”. O sea, buscando la reconciliación con todos los que se han alejado de él y buscando el encuentro con todos los que no lo han encontrado.
Perdonar los pecados solo puede hacerlo el amor más grande, el que ama incondicionalmente. No ama porque somos buenos o porque nos proponemos ser buenos; ama porque él es así. Ama sin condiciones, ama tomando la iniciativa. “En Cristo estaba Dios reconciliando al mundo consigo” (2 Cor 5,19): no son los hombres los que necesitan reconciliarse con Dios porque son pecadores; es Dios, el que por amor, toma la iniciativa y se reconcilia con los hombres.
Esta vida que solo busca la conciliación, el reencuentro del hombre con Dios, se entrega primero “por vosotros”. O sea, por sus amigos, por los que están sentados con él a la mesa. Y luego se entrega “por muchos”, o sea, por la inmensa multitud que esta fuera de la sala del banquete. Por unos y por otros, se entrega “para el perdón de los pecados”. Esto es fundamental. Porque todos somos pecadores: “todos pecaron y están privados de la gloria de Dios” (Rm 3,23). Todos, sin excepción. Pero en Cristo “todos son justificados por el don de su gracia” (Rm 3,24), porque en Cristo se revela que Dios es Amor, solo amor y nada más que amor.
Cristo entrega su vida para el perdón de los pecados; de todos los pecados. Si es de todos los pecados, es de los pecados de todos. Todos están incluidos en el perdón. Porque si no estuvieran todos, no sería para el perdón de los pecados, sino para el perdón de algunos pecados. Cierto, el perdón busca ser acogido y reconocido. Pero esto ocurre tanto si son pocos como si son muchos los agraciados. Por tanto, no puede decirse que el “muchos” de la fórmula eucarística es restrictivo. Incluso si fuera restrictivo, también esos necesitarían acoger el perdón. No hay diferencia entre unos y otros, entre el vosotros y el muchos. “Vosotros”: los que están a la mesa necesitan acoger el perdón. “Muchos”: los que no están a la mesa necesitan acoger el perdón. Por tanto “todos” necesitan acoger el perdón. El vosotros se abre al muchos y el muchos se abre al todos. O mejor: en el muchos estamos todos.