domingo, 8 septiembre, 2024

Mirar desde los ojos de Jesús

En el sacramento vivimos lo que la palabra de Dios anuncia.

Me pregunto quién soy en la eucaristía de este domingo, y la fe me dice que soy parte de la comunidad eclesial, y que con ella voy proclamando lo que el Señor es para nosotros: “El Señor es mi pastor, nada me falta”.

Hoy eres tú, Iglesia amada de Dios, la que va diciendo: “en verdes praderas me hace recostar”; el Señor “me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas”.

Pero no lo digas sin pensar por qué lo dices.

Considera en primer lugar lo que ya has recibido, pues en Cristo Jesús has conocido el amor que Dios te tiene; en Cristo Jesús se han abierto para ti las fuentes de la santidad y de la gracia, de la justicia y de la paz, de la luz y de la vida; en Cristo Jesús, el Señor nuestro Dios nos ha hecho recostar y descansar, pues nos lo dio para que a él fuésemos “todos los cansados y agobiados”. En verdad, en darnos como nos dio ese Hijo suyo, todo nos lo ha dado el Señor nuestro pastor.

Pero, además de gustar lo ya recibido, no dejes de considerar lo que recibes hoy, lo que vives en la eucaristía de este domingo. Es el Señor el que hoy nos dice: “mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen”; hoy somos nosotros los que nos reunimos con el Señor, y le contamos lo que hemos hecho y enseñado; hoy es para nosotros aquella palabra suya llena de ternura: “venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco”.

Entonces, con Cristo Jesús a nuestro lado, en nuestra barca, en nuestra vida, en nuestro corazón, se nos hacen nuevas y verdaderas y del todo nuestras las palabras del salmo: “El Señor es mi pastor, nada me falta… nada temo, porque tú vas conmigo”.

Nada me falta… nada temo”: somos libres al modo de Jesús, para gastar la vida al servicio del reino de Dios. “Nada me falta… nada temo”: somos libres para ser de los pobres, para ser de todos.

Habrás observado que Jesús ha buscado lugar y tiempo para descansar contigo, “porque eran tantos los que iban y venían, que Jesús y tú no encontrabais tiempo ni para comer”. Jesús y tú en la misma barca, con el mismo cansancio, con la misma entrega, con el mismo trabajo, con la misma ilusión, con el mismo reino en el corazón, buscando él y tú un lugar para “descansar un poco”.

Pero, ¿qué ves al desembarcar?, ¿qué encuentras al salir de tu celebración? Bajas de la barca con Jesús, y ves desde sus ojos el mundo: una muchedumbre de soledades distraídas, de ilusiones efímeras, hombres y mujeres que no saben de Dios ni de amor ni de gratuidad, hombres y mujeres que andan como ovejas sin pastor, y reclaman desde su necesidad tu regreso a la tarea, el olvido de tu cansancio, la entrega de tu vida. Y vas a ellos como Jesús, porque se te estremecieron de compasión las entrañas, porque no te perteneces, porque nada te falta, porque eres libre, porque eres de los pobres, porque eres de todos, porque eres de Dios.

Iglesia cuerpo de Cristo, escoge palabras que te ayuden a tomar conciencia de lo que vives en la eucaristía; podrás decir con verdad: “el Señor es mi pastor, nada me falta”; podrás decir con verdad: “nada temo, porque tú vas conmigo”; podrás decir con verdad: “tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida”; podrás decir con verdad: “Jesús se compadeció, porque andaban como ovejas que no tienen pastor”.

Que los pobres –la muchedumbre de los hambrientos de justicia y de pan- sepan que los miras desde los ojos de Jesús.

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