Marta y María han sido interpretadas como figuras opuestas de dos tipos de vocaciones en la Iglesia: la vida contemplativa (María) y la vida activa (Marta).
Yo creo que Jesús no intenta establecer esta oposición entre las dos hermanas, cómo lo va a hacer el que no vino a ser servido sino a servir. Lo que hace es recordarle a Marta (a nosotros también) que el servicio cobra todo su sentido cuando no es fuente de nerviosismo o de inquietud, cuando las cosas no son las que toman el mando en el caos del hacer.
Jesús nos lo recuerda: «Sólo una cosa es necesaria». Y esta cosa imprescindible es sencilla, poco útil, casi un elogio de la nada: sentarse al los pies de Jesús y escuchar su palabra. Un sentarse de disfrute, de tiempo dilatado, de permanecer, de estar atentos al aleteo del silencio audible. Perder el tiempo o, más bien, dárselo a aquel que es dueño, a aquel que paga el mismo jornal al vespertino que al mañanero. Es un sentarse no competitivo (tantas veces la competición se disfraza de servicio) porque a todos le puede ser regalado.
Son esos pequeños momentos que hacen que todo lo demás sea cierto, que construyen la paz que luego hay que entregar, que van haciendo filigranas de Buena Noticia en los desiertos de las prisas. Y termino con la palabra de Christian Bobin, de su libro «Una biblioteca de nubes»:
«Esa mujer de la limpieza acodada en su ventana contemplando el casi nada de los días tranquilos. Un libro piadoso se hojeaba entonces en su cabeza. Y lo mismo para ese albañil que para un minuto su trabajo para mirar en el fondo del cielo eso que estaba en el secreto de su corazón. La vida contemplativa es la única, cada uno lo siente, incluso esos que están clavados en lo más profundo en la vena de la vida material«
Oh Señor!!!!quiero servir en tu Reino con alegría…pero que la acción …no me aleje de la Oración…del silencio…y de la contemplación…