Es sorprendente el ruido mediático que ha provocado la Exhortación ya antes de que fuera publicada. Aborda una cuestión relevante para la humanidad y, por ello, para la vida consagrada que no es ajena a lo que viven sus contemporáneos. Bonifacio Fernández, teólogo de nuestra casa, hace muchos años que descubrió esa circularidad en propias carnes. Su consagración se ilumina, toma cuerpo y sentido, en diálogo abierto con otras formas de seguimiento. Hace años que constata que las cosas cambian y se clarifican. Es testigo de la nueva visión que se impone para no hablar del amor aséptico y sin rostro, sino encarnado en una realidad que Dios asume, en el rostro y la historia de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Amoris Laetitia aporta, sobre todo, una escucha sincera a la realidad.
[BONIFACIO FERNÁNDEZ en VR (2016-5) vol.121]. En La alegría del amor ¿Hay nuevo magisterio? ¿Hay cambios? ¿Hay innovación? ¿Qué dice sobre el perdón y la comunión sacramental de los divorciados y vueltos a casar? ¿Cómo aborda el tema del pretendido matrimonio entre personas homosexuales? ¿Cómo enfoca la situación de las parejas de hecho? Este tipo de cuestiones son las que interesan a los medios de comunicación social. Estos son los puntos que concitan el interés informativo.
La consecuencia es que el interés informativo se agota en dos días. Y las aportaciones de la Exhortación Postsinodal pasan ante la opinión pública sin pena ni gloria. Si todo quedara ahí, se volatizaría toda la fatiga de dos sesiones sinodales, con todo el trabajo previo y concomitante de cientos de expertos. La Exhortación La alegría del amor requiere una lectura más reposada y un estudio pormenorizado. Se trata de un texto largo. Aborda problemas complejos. Se enfrenta a desafíos muy relevantes para la vida presente y futura de la sociedad y de la Iglesia. No da las soluciones hechas que muchos esperaban. Pero pone de relieve nuevas actitudes y enfoques que ayudan a entender y a afrontar las nuevas situaciones del matrimonio y de la familia. La Exhortación está llamada a inspirar nuevas actitudes e iniciativas pastorales, de ellas nacerán nuevos programas que contrarresten la inercia pastoral en tiempos de cambio.
Características
La Exhortación postsinodal del Papa Francisco, titulada La alegría del amor, firmada el día 19 de marzo de 2016, es un texto un tanto prolijo. Comprende nueve capítulos distribuidos en 325 apartados. Tras una introducción, dedica el primer capítulo a la inspiración bíblica sobre el matrimonio y la familia. Sabiendo que los hechos históricos constituyen signos de la presencia y revelación de Dios, dedica el capítulo dos a recoger los datos más significativos de “la realidad y desafíos de las familias” en la sociedad actual. Presenta luego la familia como vocación cristiana en el breve capítulo tercero compuesto de 30 apartados y titulado “La mirada puesta en Jesús: vocación de la familia”. Resulta obvio que el fundamento permanente de la familia es el matrimonio o, en su caso, la pareja. La relación de amor conyugal representa la entrega y aceptación mutua en cuerpo y alma. El tema central de la Exhortación es el matrimonio. Le dedica el amplio capítulo cuarto (89-196) titulado “El amor en el Matrimonio”. Y también el capítulo quinto cuyo título es “Amor que se hace fecundo”. Los cuatro capítulos restantes están dedicados a “Algunas perspectivas pastorales” (cap. 6), “Fortalecer la educación de los hijos” (cap. 7). La Exhortación Postsinodal es muy consciente de que el proyecto y la promesa de amor para siempre están sometidos a muchos vaivenes en la vida de las personas. Por eso dedica un capítulo entero a hacerse cargo de las situaciones de sufrimiento y de fracaso y lo titula “Acompañar, discernir e integrar la fragilidad”. Termina con una llamada de atención sobre la importancia de la espiritualidad matrimonial y familiar (313-325). Como es obvio, abundan las referencias a las proposiciones y mensajes del Sínodo sobre la Familia. Resaltan también las referencias al papa san Juan Pablo II y a sus catequesis sobre los asuntos tratados también en la Exhortación. Son frecuentes las referencias a posicionamientos de diferentes Conferencias Episcopales, como la española (n. 32) o la mexicana (n. 51).
Datos y desafíos
Se parte de la convicción de que las exigencias y llamadas del Espíritu resuenan en los acontecimientos de la historia; se cuenta con que a través de ellos la Iglesia puede ser guiada a una comprensión más profunda del matrimonio y la familia. ¿Cuáles son los datos más relevantes cuando se mira la realidad social con ojos de discernimiento pastoral? Se toma nota del cambio antropológico cultural. No se deja en el olvido peligros tales como el individualismo exasperado que tiende a la posesión y el disfrute e introduce en las familias dinámicas de intolerancia y agresividad. Fijándose en la vida cotidiana, señala la dificultad del ritmo de vida, la organización social y laboral. Estos factores culturales suponen un riesgo para las opciones permanentes. La libertad entendida como independencia y autorealización es también un obstáculo para las relaciones conyugales y familiares estables.
La Exhortación hace autocrítica. Reconoce que tenemos responsabilidad respecto a esas situaciones debido a la forma de tratar a las personas, a la forma de presentar el matrimonio, a la falta de acompañamiento. Hemos presentado el matrimonio como un peso, y no como un camino a recorrer. Hemos insistido mucho en la doctrina y el ideal, hemos abundado en comportamientos defensivos y hemos carecido de actitudes proactivas. Jesús en cambio, “al mismo tiempo que proponía un ideal exigente, nunca perdía la cercanía compasiva con los frágiles, como la samaritana o la mujer adúltera” (n. 38).
Tras una enumeración pormenorizada de los problemas actuales del matrimonio y la familia, señala los desafíos principales que tenemos planteados: dificultad de la transmisión de la fe y de la maduración de las personas. Queda mucho que mejorar con respecto a los derechos humanos, a la solidaridad y la justicia. El Papa no propone “un estereotipo de familia ideal, sino un interpelante “collage”, formado por tantas realidades diferentes, colmadas de gozos, dramas y sueños”(n. 57).
El matrimonio sacramento
El tema central de la Exhortación es el matrimonio. Lo aborda desde distintos ángulos. La idea de que el matrimonio es sacramento está ya arraigada en una larga tradición y memoria cristiana. El matrimonio es uno de los siete sacramentos. Hasta ahí nada nuevo. El punto de interés es la comprensión de la dimensión antropológica, eclesial y espiritual del sacramento. El sacramento es un don para la santificación y la salvación de los esposos. El matrimonio es una vocación y requiere un discernimiento vocacional. El papa Francisco retoma la definición conciliar del matrimonio. Y recuerda que el sacramento no es una cosa o una fuerza, sino acción y presencia de Cristo que sale al encuentro de los esposos. Como todo sacramento el matrimonio significa, hace presente y comunica el amor de Cristo a su Iglesia. El consentimiento y la unión de los cuerpos son los instrumentos de la acción divina que los hace una sola carne.
Se refiere después la Exhortación a las situaciones imperfectas y recurre a la categoría de “semillas del Verbo”. Incluye las parejas de hecho, los matrimonios civiles, los divorciados y vueltos a casar. Remite a la pedagogía divina para mirar con amor estas situaciones que son diversas y complejas. Esa mirada amorosa lleva a comprender la verdad de la diversidad de situaciones humanas. Pero no le impide enseñar que ni las parejas de hecho, ni los matrimonios entre personas del mismo sexo, pueden equipararse al matrimonio (n. 52). Tampoco le impide hacer una crítica sagaz del carácter ideológico de la llamada ideología de género (n. 56).
El amor matrimonial
La parte central de la Exhortación está dedicada al análisis y exposición del amor matrimonial. El texto guía que se utiliza es el himno al amor que se recoge en la primera carta de San Pablo a los Corintios en el capítulo 13,4-7. La Exhortación describe la belleza y el encanto del amor matrimonial. Lo hace al hilo del himno al amor, salpicándolo con detalles exegéticos que facilitan la riqueza y la actualización del amor aplicado a la vida matrimonial. Como es bien sabido, se trata de un texto que se utiliza con frecuencia en la liturgia de la celebración matrimonial.
Después de referirse a las características del amor que señala el himno, profundiza en la “caridad conyugal”. “Es el amor, que une a los esposos, santificado, enriquecido e iluminado por la gracia del sacramento del matrimonio. Es una unión efectiva, espiritual y oblativa, pero que recoge en sí la ternura de la amistad y la pasión erótica” (n. 120). El Papa Francisco describe también esa unión afectiva con la categoría de amistad, de “máxima amistad”, cuyas características son: “Búsqueda del bien del otro, reciprocidad, intimidad, ternura, estabilidad y una semejanza entre los amigos que se va construyendo con la vida compartida” (n.123). El amor conyugal es reflejo y visibilización del amor de alianza con que Cristo ama a su Iglesia. “No ha sido instituido solamente para la procreación sino para que el amor mutuo se manifieste, progrese y madure según el orden recto” (n.125).
El diálogo, la comunicación, la escucha
El texto de la Exhortación La alegría del amor muestra una clara convicción de que el amor conyugal no es solo un contrato, o un consentimiento dado en un momento determinado; es un proceso vital que hay que cultivar en el día a día para que crezca e integre la vida entera. El documento llama la atención sobre la importancia del diálogo y la comunicación en la vida matrimonial. Recuerda el papa Francisco que se requiere un largo y esforzado aprendizaje. El modo de preguntar, la forma de responder, el tono utilizado, el momento y muchos factores más, pueden condicionar la comunicación (n.136). La buena comunicación es un elemento esencial de la relación de amor conyugal. Tiene que llegar al nivel de los sentimientos que no son ni buenos ni malos. Es desde ahí desde donde se evita el convertirse en competidores. En ese plano se reconoce que es más importante tener amor que tener razón. El documento dedica bastante espacio a mencionar la importancia de las emociones (nn. 143-146).
La Iglesia y la familia
La Exhortación pone de relieve la vocación eclesial del matrimonio y la familia. El matrimonio es un sacramento de autorrealización de la Iglesia. Por eso la relación es muy íntima; la familia es la primera experiencia de la comunión eclesial. En la familia se aprende el amor fraterno, el gozo del trabajo, el perdón incluso reiterado. La familia es Iglesia doméstica. Gracias al testimonio de vida de los matrimonios fieles y entregados, y felices, se hace patente la belleza del matrimonio; se revela su densidad sacramental. La Iglesia es familia de familias. Ellas son una fuente de vida para la Iglesia entera. Y recíprocamente las comunidades eclesiales sostienen el camino del amor matrimonial. Si es que se dejan acompañar.
Matrimonio y virginidad
La relación entre vida matrimonial y vida célibe por el reino de los cielos tiene una larga historia. A veces, se ha caído en la tentación de rebajar el matrimonio para justificar la opción virginal. Esta Exhortación vuelve sobre el tema. Reconoce que la virginidad es también una forma de amar. Como signo nos recuerda la premura del reino, la urgencia de entregarse al servicio evangelizador sin reservas (n.159). Abiertamente supera el planteamiento de competición e insiste en la complementariedad. Recogiendo la experiencia de muchos, pone de relieve cómo los célibes por el reino pueden encontrar algunos matrimonios que por su fidelidad y generosidad estimulan sus corazones a una disponibilidad más concreta y oblativa (n.162). Constituyen un testimonio y una potente invitación. El documento señala con mucha claridad los peligros del celibato.
Perspectivas pastorales
Los cuatro últimos capítulos están dedicados a los planteamientos pastorales. Habiendo presentado el matrimonio como un camino, es obvio que contiene distintas etapas, como son la preparación, los primeros pasos, las crisis y dificultades. Menciona las viejas heridas; la necesidad de acompañar a las personas después de las rupturas. En el capítulo octavo propone la tarea de “acompañar, discernir e integrar la fragilidad” (291-312). Se trata de tener en cuenta la gradualidad pastoral.
Ciertamente la verdad y la claridad doctrinal tienen una importantísima función. Pero serviría de poco si no hubiera muchos matrimonios que viven un apasionante camino de crecimiento personal y espiritual. Saben que no son juguetes de los sentimientos. Tienen la fuerza de seguir creyendo en su proyecto de amor para toda la vida. Y son felices en esa tarea.