En España pueden ser identificadas tres grandes olas de secularización desde el siglo XIX:
- La primera se inicia en la época del anticlericalismo del siglo XIX, y se desarrolla hasta la Guerra Civil, como una reacción contra la Iglesia y la religión. Es la época del anticlericalismo o laicismo agresivo.
- La segunda se produce en los años sesenta y consiste en un proceso de pérdida de interés con respecto a la religión derivado de la expansión del consumo, con origen en la generalización del proceso de desarrollo económico y el acceso de la población a una sociedad de consumo de masas. Una parte muy importante de la población se sigue definiendo como católica, pero se da una progresiva caída de la práctica y una fuerte pérdida de interés por el Magisterio de la Iglesia a la hora de actuar en diferentes esferas de la vida.
- La tercera oleada sería en la que nos encontramos actualmente: los efectos de los medios sociales secularizados durante la segunda oleada marcan una lejanía en relación a la religión y la Iglesia que lleva incluso a una extirpación de las raíces religiosas de la cultura. Frente a la descatolización, propia de la segunda oleada, lo característico de la tercera sería la exculturación como proceso por el cual la cultura va perdiendo sus raíces católicas y, esto es muy importante, a través del que se forja una nueva relación con la Iglesia que no se caracteriza ya por el odio, como en la primera oleada (y como aún piensan muchos), sino por el que toda persona que haya tenido algún tipo de relación sabe que es el verdadero polo opuesto del amor, ¿el odio? no, para nada…¡la indiferencia!
Si atendemos a la suma total de jóvenes que se autodefinen como católicos en el Informe de la Fundación SM Jóvenes Españoles, los datos nos confirman una cierta estabilidad durante los diez años que trascurren desde el primer informe de 1984 hasta el de 1994, sufriendo ya un fuerte descenso de más del 10% desde este último año a 1999, la antesala de la tercera ola. Entre 1999 y 2005, momento en el que se produce ese “salto religioso mortal”, es casi el doble, el 18%.
No faltan expertos en sociología de la religión que ven en el momento actual un estado de calma en el que el proceso de secularización ya ha perdido su fuerza original, habiéndose parado tanto el péndulo de la religiosidad como el de la secularización. ¿Realmente lo está? Mi padre, el autor de la cita del comienzo, hablaba a menudo de lo “obstinados” y “cabezotas” que podían llegar a ser los datos frente a las buenas intenciones y las esperanzas. En este caso, desde luego, lo son: En el último Informe de la Fundación, Jóvenes Españoles, Entre dos siglos, 1984-2017 se observa un nuevo hundimiento desde 2005 hasta el 2016, con una nueva pérdida del 13%, siendo la suma total de católicos actualmente, incluidos los no practicantes, del 40,4%, ya clarísimamente menos de la mitad. Si acudimos a la distinción, ya usada en Rana Cocida para la población general, entre católicos practicantes-no muy practicantes frente a los no practicantes, los nominales, el porcentaje permanece prácticamente igual entre 1984 a 1994 (el 45%), descendiendo en solo cinco años a un 35% y volviendo a caer más del 10% en los cinco años siguientes, hasta un 22% actual, menos de la mitad que en los años de “estabilidad”, de 1984 a 1994.
Cuando me hacen preguntas en clase o en los medios sobre el futuro, suelo decir que yo no soy futurólogo, sino sociólogo y que no me llevo demasiado bien con las bolas mágicas o el tarot. Sin embargo también es cierto que si la sociología no sirve para, por lo menos, intuir los próximos pasos que han de esperarse de un fenómeno como este, la cosa se queda muy coja… ¿Qué nos dicen los datos sobre el futuro? Nada halagüeño: la caída de más del 15% en menos de 7 años entre católicos practicantes y no muy practicantes (el núcleo duro de los jóvenes católicos) al contestar “soy miembro de la Iglesia y pienso seguir siéndolo”, junto al aumento del 13% de los que afirman que “el hecho de ser miembro de la Iglesia no tiene significado para mí” indican con bastante claridad la existencia de una bolsa de jóvenes que, tarde o temprano, terminará cayendo, algo que se agrava con, en segundo lugar, la mínima diferencia, excepto en el terreno concreto de las creencias, entre los católicos “no practicantes” o nominales y los “no muy practicantes”, tanto en importancia de la religión en sus vidas como en práctica religiosa y la confianza en la Iglesia, el tema sobre el que os invito a reflexionar juntos el próximo mes. Os espero.