HERRAMIENTAS DE ANIMACIÓN Y GOBIERNO (II)

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1. Espectador o protagonista

Propongo una reflexión sobre algo de Dios, la comunidad, contando con dos estudios muy humanos, muy de este tiempo y fuera de los parámetros que habitualmente señalamos como idóneos para reflexionar sobre la comunidad.
Uno de ellos me llamó la atención por el título: «Los próximos 30 años van a ser los más interesantes de la historia de la humanidad» . En nuestras reflexiones sobre el presente y futuro de la vida religiosa y la comunidad en ella, hablar de 30 años da vértigo. Seguramente en cinco años nada será como es. Y, aunque sea, no se parecerá… Atrevernos, por tanto a pensar en las tres próximas décadas es casi ciencia ficción.
El otro se titula Comunidad y me lleva acompañando más meses. Es de S. Bauman y hace un análisis de cómo nace y se sostiene la comunidad. Su tesis es que la sociedad líquida, sin fronteras, también provoca inseguridad, debilidad y miedo… así hacemos nacer comunidades (políticas, sociales, culturales… expresamente no alude a las comunidades religiosas) pero construidas con papel secante, lo cual hace más grave la aparente seguridad. Concluye, sin embargo, afirmando que “si ha de existir una comunidad en un mundo de individuos, sólo puede ser (y tiene que ser) una comunidad entretejida a partir del compartir y del cuidado mutuo; una comunidad que atienda a, y se responsabilice de, la igualdad del derecho a ser humanos y de la igualdad de posibilidades para ejercer ese derecho” .
En ambos se nos plantea una doble posibilidad: estar como espectadores o protagonistas. Y ahí es donde podemos encontrar incidencia para nuestra reflexión sobre el momento actual de la vida en comunión.
Que existan protagonistas, facilita o condiciona la existencia de espectadores y a la inversa. A la vez, ante una realidad en la cual es cada vez más difícil pasar inadvertido, la tentación es de repliegue y mantenerse en un sano margen que no complique la existencia. Ambas tendencias, desde nuestra clave de comunidad evangélica, son peligros que tenemos que abordar.
La comunidad religiosa tiene que anunciar una convocatoria en libertad e igualdad en torno al Maestro. El sustrato, para hoy, de todos diferentes, pero todos iguales, es absolutamente imprescindible. La situación de la persona en el momento social y de las comunidades en el momento eclesial, nos conduce, sin embargo, a detectar que hay algunos desajustes que conviene corregir.
Todos los temas de vida religiosa tienen un carácter circular, se auto-implican. Hace tiempo que sabemos que hablar de comunidad es hablar de misión y hablar de oración es hablar de vida, porque nuestro estilo de vida quiere ser una expresión de totalidad ante un contexto de fragmentación.
La misión en la vida religiosa, como aspecto nuclear de la consagración, se apoya en el diálogo. Partiendo de una construcción continua de la persona, en clave dialogal, llegar a experimentar la confrontación, el contraste o el discernimiento – en términos más nuestros – como arte habitual de existencia.
Hablar de espectadores o protagonistas está reduciendo mucho nuestra experiencia de vida con otros y para otros. Es una perspectiva subjetivista que vale para diseñar las distintas actitudes en el mundo de la empresa, que no en la misión. Sin embargo, la presencia de la vida consagrada en «contextos sociales no tradicionales», la apertura a una «missio inter gentes» por ejemplo, puede acarrear esas situaciones, curiosamente por una no bien entendida aceptación de la secularidad.
Tanto los espectadores como los protagonistas no son sino el triunfo de la soledad y el individuo. Si haciendo un ejercicio de imaginación pensásemos dónde situar a cada uno de nuestros hermanos de comunidad, sin duda, encontraríamos algunos protagonistas (pocos) y un buen número de espectadores.
No deja de ser curioso que en los tratados de éxito empresarial, se afirme el valor del contraste (discernimiento) y el diálogo (acompañamiento) como principios que garantizan el éxito. A la vez, salen a la luz los principios individualistas más crudos “si quieres tener éxito debes ser el mejor” , tan de nuestro tiempo y tan contradictoria con los principios comunitarios.

2. Expectación y apasionamiento

La cuestión no es mantenerse, ni aguantar. La comunidad se sostiene en una sabia articulación de expectación y apasionamiento que se han de alimentar en el día a día. Es una simpleza reducir nuestros problemas a cuestiones de edad y número. Es cierto, no obstante, que edades y número condicionan. La convivencia conforme a la cronología de cada uno nos sitúa frente al otro, enfrentando, en ocasiones, pareceres y criterios. A la vez, para que exista comunidad, tiene que darse un número suficiente de personas diferentes que la encarnen. El CIC y el derecho propio de cada instituto establecen mínimos, a veces tan mínimos que es imposible. Consecuencia de la reestructuración o comprensión del tiempo presente para la misión, es la reducción de presencias, en pro de comunidades significativas.
Dicen los manuales de los ejecutivos que cuando falta pasión y apasionamiento, se debe uno plantear el cambio de empresa .
Volvamos a hacer un ejercicio de imaginación. Supongamos que en este ejercicio, tan frecuente, de encuestas… reducimos las preguntas a las siguientes: ¿ Tienes expectación por el día a día de tu comunidad?, ¿Te descubres apasionado en todo lo que vives con tus hermanos o hermanas? Si, además, ofrecemos que la respuesta pueda ser sólo un «si» o un «no». Estoy convencido de que un cuestionamiento así frenaría otras consultas complejas con las que solemos llenar los documentos previos a los capítulos. A veces es tan sencillo como escuchar un sí o un no… y sacar consecuencias.
Mantener la expectación es tanto como creer en la novedad del milagro comunitario, superar el círculo de la competitividad y creer en el signo de la comunión para este siglo. Por otro lado, el apasionamiento, hace referencia al centro de interés… no a los centros. Sitúa dónde está focalizada la existencia y las mejores energías. Ambos piden darse en personas maduras que tienen bien organizada su existencia conforme a la sorpresa de Dios. No faltan ejemplos de religiosos que son muestra de una donación de vida fecunda, constante y sana o feliz. No faltan los nombres y apellidos de personas que están creyendo y creando comunidad… Pero son personas concretas, no está tan garantizado que existan comunidades que así lo vivan. Una vez más hay que reconocer que habiendo religiosos santos, este tiempo necesita comunidades santas como bien afirma Amedeo Cencini.
No siempre es cuestión de número, pero siempre es cuestión de que los que están sean. No se construye una comunidad a la fuerza, violentando las inclinaciones más profundas o las costumbres más arraigadas. Determinados procesos de soltería incapacitan para una vida en comunión, sencillamente porque nunca se ha hecho, o porque sólo plantearlo desestabiliza la vida… Algunos modos, horarios, estilos… están viviendo en las comunidades, pero no son comunidad.
Un trabajo de este tiempo de revitalización es, sin duda la pertenencia, como llamada a la construcción de un nosotros que me necesita, me posee y comprende… Pero se tienen que dar los tres elementos: necesidad, posesión y comprensión.

Cuando se habla de la secularización de la vida religiosa en términos negativos se está indicando justamente esta dolencia… personas que están en ámbitos de consagración simplemente porque se han quedado, no porque el medio contagie sus decisiones más profundas.

3. Animación, liderazgo y visión


Hace ya años que se alude a esta etapa de la historia como un periodo «sin padre» . Parece que el paso de aquellos momentos donde se significaba la ascesis corporativa y la “sumisión religiosa” ha dejado paso a la afirmación de la validez de la visión de cada persona. Es la sublimación de lo subjetivo… casi todo es opinable y las pertenencias comunitarias no son unívocas. En este proceso de afrontar el presente para tener futuro, hay una mediación, un servicio, un ministerio que es insustituible: la animación de la misma. La todavía reciente instrucción sobre «El Servicio de Autoridad y Obediencia» nace porque se detectan carencias graves en ese ministerio en la vida religiosa. No tanto porque tenga que estar férreamente marcada la dirección, cuanto porque tiene que haber visión… y esa no se improvisa.
No deja de ser cierto que es muy difícil tener don de poder intervenir en la vida de otros sin que esa intervención suene a injerencia o provoque desajustes no deseados.
Pero hay que reconocer que son tiempos en los cuales el acompañamiento de las personas se sustituye por puras decisiones administrativas: obras, reuniones, comisiones y proyectos.
Pretendemos un servicio de animación en la caridad, pero no se tocan los elementos de la fibra humana que se tienen que dinamizar, con lo cual el efecto deseado y aglutinador no se logra y se avanza en una desafección que es muy sintomática. Definitivamente uno de los primeros gestos de revitalización de la comunidad religiosa es la formación de superiores y superioras con visión. Hombres y mujeres, como pide la Instrucción que, ante todo, sean buscadores de Dios y no maestros de costumbres o instructores de aciertos y errores; hombres y mujeres dispuestos a envejecer y no llamados a perpetuarse, permitiendo que vengan nuevos modos y visiones, sin absolutizar lo vivido ; hombres y mujeres con ganas de vida y sin ganas de poder… Un signo evidente de la crisis de la vida religiosa no es la falta de vocaciones solamente, sino la falta de convencimiento y capacitación para un ministerio que es sólo testimonio y servicio. Hemos aprendido bien a exhortar y pedir que se ore, sin orar… Se descalifica así la misión de la comunidad y pierde sentido lo único que sustenta la vinculación de los que formamos la comunidad: la palabra.
La Instrucción SAO recuerda que la autoridad en la vida religiosa es espiritual , esto es, testimonial… ir por delante, mostrar y ofrecer un camino creyente. La tarea insustituible de la comunidad como ámbito pedagógico y terapéutico no necesita expertos, sino testigos…
Es frecuente la búsqueda desesperada de recetas contra la crisis. Siempre y cuando éstas no necesiten el movimiento de sitio de quienes las solicitan. Si hoy queremos revitalizar la vida consagrada, ésta pasa por los dinamismos de comunión y éstos por la clarificación del ministerio de animador.
No pocos autores recuerdan que la cuestión, a la hora de la verdad, es una cuestión de fe y ésta se acrecienta y transmite gracias al testimonio. No hacen falta maestros sino testigos que, con humildad, muestren cuál es su andadura creyente .
Los tres «ingredientes» del ministerio del superior o superiora son: animación, liderazgo y visión… sin que se impliquen ni excluyan. No se trata de una adquisición a base de voluntad, aunque hace falta… ni un cúmulo de virtudes inaccesibles para los más, aunque, qué duda cabe, son dones que unos pocos tienen al servicio de los demás.