«Porque donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Esta es la premisa que construye la comunidad y la dibuja. No se trata de ser más o menos, sino re estar reunidos en el nombre del Señor Jesús.
La posibilidad de corregir, de atar y desatar, de pedir… de vivir, está vinculada a esa vida en el Amor que se vincula y plasma en el amor a los demás. Si no estamos reunidos en el nombre del Señor Jesús todo quedará reducido a un ejercicio de buscar perfecciones imposibles o modos de vivir impostados que suelen desembocar en una competitividad asesina: a ver quién es el mejor.
El Evangelio va por otro lado: desde la centralidad de la Misericordia intentar vivir ese camino titubeante y frágil de la Buena Norticia.