DE CENTENARIOS Y CEBOLLAS

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F. MillánblogPues aquí sigo con lo de los centenarios. Otra tentación muy frecuente en estas conmemoraciones es la de la idealización e ideologización de una historia y de un pasado. En el fondo (dicho así, sin muchos matices), se trata de destacar qué buenos eran y qué malos somos. Pues ni somos tan malos ni eran tan buenos, como sabemos bien los que ya vamos cumpliendo años y vamos conociendo un poco de la condición humana. En este caso, el pasado se nos cuela en forma de nostalgia romántica (e irreal). Así, con el subjetivismo que ya detectó el poeta, creemos que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”. En algunos sectores de la política italiana se decía hace unos años: “vivíamos mejor cuando vivíamos peor” (“stavamo meglio quando stavamo peggio”). En el fondo, es la tentación de añorar las cebollas de Egipto, la tentación de aquellos que no se abren con esperanza y valentía al futuro y miran con melancolía a un pasado heroico que no volverá.

La cuarta y última tentación de este vademécum o “libro de instrucciones” para la celebración de centenarios varios, es la de la “imitación mimética” (tan ridícula como imposible) de estas grandes figuras. Si tal santo llevaba la barbita así, o la fundadora vestía de esta manera o si los santos fundadores comían esto o lo otro…o qué se yo. Flaco servicio se les hace a estas figuras egregias, imitándolas en lo accesorio en vez de hacerlo en lo esencial (generalmente más difícil y sacrificado). No se trata de preguntarse sobre qué hacían, sino sobre qué harían. Ello supone riesgo, interpretación, discernimiento (y todo ello nos gusta menos).

Los centenarios nos sirven, más bien, para mirar con gozo y gratitud a un pasado, pero también para buscar inspiración (casi me atrevería a decir “provocación”) para nuestro presente y esperanza para nuestro futuro. Es lo que en teología se llama la “dinámica anamnética” (tan importante en la liturgia, por ejemplo) y que consiste en traer el pasado al presente para que nos renueve y nos proyecte hacia el futuro. Estos centenarios están siendo una bendición para las diversas familias de la vida consagrada. Demos gracias a Dios por lo que hicieron e intentemos imitarles a ellos que -sin acordarse demasiado de las cebollas de Egipto- abrieron nuevos caminos y respondieron a los retos de su tiempo con generosidad, con valentía y con fidelidad…