CLARET

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(Antonio Venceslá. fatimacmf.org) A la tercera ha sido la vencida, podríamos decir. La película «Claret», estrenada el día 24 de septiembre después de una larga espera provocada por la pandemia, no es el primer intento de llevar al cine la vida de San Antonio María Claret. Ya en 1950, con ocasión de su canonización, hubo un primer intento que no llegó a fructificar. Casi diríamos que afortunadamente, porque teniendo en cuenta el cine pseudo religioso que se hacía en España en aquel tiempo, no sabemos qué habría resultado. En 1970, cuando celebramos el centenario de su muerte, hubo un segundo intento, que tampoco llegó a buen puerto. Y, finalmente, en 2020 ha podido culminarse la empresa gracias al apoyo de la Congregación y al buen hacer del realizador Pablo Moreno y la productora Contracorriente.

Pablo Moreno y su equipo vienen realizando desde hace años películas que recrean la experiencia vital de hombres y mujeres que en sus vidas fueron testigos de la fe, vivida en muchos casos en circunstancias adversas o difíciles: a Un dios prohibido (2013), Poveda (2016), Luz de soledad (2016), y Red de libertad (2017) se une ahora Claret, acercamiento muy digno y, en algún momento, original a la experiencia vital y espiritual de San Antonio María Claret. Y ello teniendo en cuenta las limitaciones presupuestarias del proyecto (el realizador ha contado aproximadamente con una quinta parte del gasto de una película española de nivel medio), lo que da más relevancia y valor al trabajo realizado.

Cualquiera que conozca un poco la vida de Antonio Claret puede observar la complejidad de situaciones y escenarios que le tocó vivir. Fue una época convulsa y los azares de la vida, o la voluntad de Dios diría él, le llevaron a vivirla en distintos lugares, algunos de relevancia, que hicieron de él un testigo de acontecimientos significativos de su tiempo.

Plasmar en imágenes dicha complejidad no es fácil con los límites económicos señalados y la duración exigida por un producto que se pretende también comercial. Nos confesó el director que el primer montaje de la película duraba 2h 40m y fue necesario reducir su duración a los 120 m finales por las razones apuntadas y por la dinámica interna de la película. Confiemos que la futura edición en DVD nos permita conocer algunas de esas escenas eliminadas.

En todo caso, nos ha llegado la película tal como es. Cada uno tenemos nuestra percepción de la experiencia claretiana y seguramente subrayamos aspectos diversos según nuestra sensibilidad. Con esto quiero decir que satisfacer los gustos de todos puede ser una tarea complicada. Pablo Moreno, autor también del guion con el asesoramiento no acreditado del P. Carlos Sánchez, nos ofrece su visión en la que subraya tal vez excesivamente unos aspectos (la estancia de Claret en Cuba o en el convulso Madrid de la década de 1860, etapas que tal vez pueden ofrecer mayor motivo de interés para la mentalidad actual), y apenas subraya otros o lo hace de manera que puede parecernos breve o algo tangencial (el discernimiento vocacional y los años de formación en Vic, sus primeros años de sacerdote, su etapa misionera en Cataluña y Canarias, la fundación de la Congregación, la dimensión mariana de su espiritualidad, su intensa vida de oración). Por otro lado, a lo largo de la película se van hilvanando afirmaciones, tomadas de la Autobiografía, que buscan justificar las motivaciones de su obrar, haciendo del acercamiento a Claret una experiencia intelectual y en algunos momentos menos visual de lo que sería propio del cine si se hubiera contado con medios suficientes (los motivos que le movieron a misionar, la oración apostólica…)

Quedan otros aspectos de su biografía o su contexto que son considerados recurriendo al lenguaje del símbolo, y amplificando de ese modo el alcance de las imágenes. Así la dimensión mariana de Claret, de manera singular en el modo cómo recrea la muerte del santo en los brazos de la mujer vestida de azul, a modo de una Pietá claretiana. También la alusión a la experiencia eucarística.

Como he dicho Pablo Moreno es también autor del guion. Y es justo subrayar cómo ha hilvanado las diversas etapas de la vida claretiana. La película es la investigación que Azorín, escritor español de la generación del 98, que había publicado un artículo muy crítico con Claret en su novela “La voluntad” (1902), lleva a cabo en los años treinta al conocer que su visión del arzobispo Claret había estado influida por las calumnias y tergiversaciones que habían oscurecido su figura haciéndola irreconocible. Así, Azorín nos va narrando los azares de la vida de Claret; y Pablo Moreno enhebra también en la narración las reflexiones y situaciones que vive el escritor español en los convulsos años de la República y la Guerra Civil que le llevan a exiliarse a París, desde donde publicará finalmente el artículo elogioso de Claret en el diario La Prensa de Buenos Aires en 1938. Es un recurso de guion que aleja Claret de la simple estampa piadosa y ayuda a conectar al santo con otras realidades, por más que Azorín sea hoy un desconocido para una gran mayoría.

Mención expresa merece también la interpretación y otros aspectos técnicos de la película. Quienes estamos familiarizados con Claret y conocemos las fotografías que le hicieron al final de su vida, podemos sentirnos sorprendidos por la figura de Antonio Reyes, actor que le interpreta. Pero es una impresión que rápidamente es superada y hay que reconocer que el actor cordobés nos acerca el espíritu y el empuje claretiano, y también su natural compasivo. Por otra parte, es evidente que la preocupación por representar fielmente la fisonomía de los protagonistas (cuando ésta era conocida) no ha sido objeto del realizador. La labor de Alba Recondo, intérprete de Isabel II, ofrece ese tono de ambigüedad de una mujer que, siendo reina, está sometida a sus pasiones y a los juegos políticos de su entorno. La relación de Claret y la reina, adornada de un tono paternofilial, no desentona ni contradice expresiones con las que el santo se refiere a ella.

La música, omnipresente, contribuye a crear ambiente y ayuda a sintonizar con los sentimientos expresados por la interpretación y las imágenes.

En resumen, Claret es un acercamiento muy digno a la vida de nuestro Fundador y ofrece, más allá de los hechos históricos que describe, resonancias que nos acercan a su espíritu y nos invitan a beber de su impronta misionera.