A final de año, recuerdo que éste 2013 ha sido declarado por Naciones Unidas como el Año Internacional de la Quinua. Me temo que la mayoría de los lectores no sólo desconocen este hecho, sino que quizá ignoran lo que es la quinua. Así que ni siquiera sospechan por qué hablamos de ello en esta revista ‘Vida Religiosa’. Un poco de paciencia.
La quinua (Chenopodium quinoa) es una planta alimenticia cultivada en la zona de los Andes desde hace más de 5000 años. Se dice que es un pseudocereal, porque no pertenece a la familia de las gramíneas pero tiene un alto contenido en almidón y un uso muy semejante al de los cereales. Su contenido nutritivo es muy alto, sobre todo en proteínas (casi el 20%, el doble de cualquier otro grano), y es el único alimento vegetal que contiene todos los aminoácidos esenciales para el ser humano.
Creo que este año internacional de la quinua puede ayudarnos a identificar algunas áreas de mejora y establecer algunos propósitos concretos para el año 2014 que pronto comenzamos.
Primero, volver a lo esencial. Necesitamos rezar continuamente “danos hoy nuestro pan de cada día” sin olvidar que muchas personas no pueden dar por supuesto el alimento cotidiano. Mientras 870 millones de personas no tienen lo suficiente para comer, la llamada soberanía alimentaria es todavía una utopía y una meta por la que luchar. Es preciso tomar distancia frente a tantos productos sofisticados, que nos seducen con el señuelo de la publicidad, pero que muchas veces resultan ser profundamente engañosos. Lo básico y esencial no es siempre lo más fácil: la quinua se da a 4000 metros de altitud, en condiciones climatológicas bastante duras.
Segundo, alimentarnos de lo verdaderamente nutritivo. San Pablo escribe la comunidad de Corinto, reconociendo que “no pude hablaros como a hombres espirituales, sino como a simples hombres, como a niños en la vida cristiana. Leche os di a beber y no alimento sólido, pues aún no podíais con él; ni ahora podéis, dado que aún os guía el instinto” (1 Corintios 3, 1-2). Quizá haya llegado para nosotros el momento de alimentarnos de sustancia sólida: apertura radical a Dios, servicio gratuito a los hermanos, abnegación personal y renuncia a los propios intereses, amor incondicional…
Tercero, valorar la diversidad. Uno de los motivos para declarar el Año Internacional de la Quinua es la defensa de la biodiversidad y el reconocimiento de las prácticas ancestrales de los pueblos andinos. ¿Cómo me sitúo ante la diversidad en mi comunidad, en la Iglesia, en la sociedad? ¿La considero una riqueza, una amenaza, un estorbo,…? ¿La valoro, la cuido, la fomento, la respeto?