«CORPUS»: PRESENCIA Y ADORACIÓN

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Estas dos palabras, presencia y adoración, sintetizan todo el sentido de la fiesta del “Corpus”. Fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía. Adoración del sacramento que hace presente a Cristo. Los himnos latinos de la liturgia de la fiesta, compuestos por Santo Tomás de Aquino, son teología hecha poesía, que expresan la fe, invitan a la acción de gracias, despiertan la esperanza y avivan la piedad.

Una de las cosas que recalcan estos himnos, al contrario de lo que muchos desearían, es que no hay pruebas físicas de esta presencia, pues sólo la fe puede confesarla. Basten dos ejemplos. El famoso himno “pange lingua” dice que, aunque fallan los sentidos, sólo la fe es suficiente para que el corazón pueda aceptar firmemente la verdad. Por eso proclama que la fe reemplaza la incapacidad de los sentidos. El segundo ejemplo es de otro himno que comienza así: “te adoro con devoción, Dios escondido”. Y sigue diciendo: “al juzgar de ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero basta el oído para creer con firmeza”. Basta el oído, porque la fe, como dice san Pablo, viene por el oído, o sea, de la escucha de la Palabra de Dios.

Santo Tomás tenía muy claro que en las cosas de fe (por ejemplo, el misterio trinitario, el misterio de la encarnación o el de la eucaristía) no hay demostraciones que valgan. Y que pretender aducir pruebas es exponer la fe a la burla de los que no creen. Es posible mostrar el sentido de las verdades de fe, explicarlas por medio de comparaciones o analogías y, frente a los argumentos que se esgrimen contra la fe, es posible mostrar que tales argumentos no son más que razones probables que no se imponen necesariamente.

La adoración es el otro aspecto de la fiesta del “Corpus”. Después de haber comulgado con el cuerpo y la sangre de Cristo, lo lógico es tener un momento de acción de gracias. Por eso, la celebración litúrgica termina con una oración para “después de la comunión”, que técnicamente se denomina “post-comunión”. La adoración podría ser una prolongación de la post-comunión. Cuando la cena ha sido agradable, suele haber una sobremesa. La sobremesa, en muchas ocasiones, es tan importante como la cena. Pues bien, es lógico que los fieles que han gustado de la cena eucarística y han saboreado lo bueno que es el Señor, quieran continuar en una hermosa sobremesa, para darle gracias y seguir escuchándole. Tal sería, a mi entender, un posible sentido de la adoración eucarística.