Pero, quizás, lo más hermoso es su contenido final: el mismo Jesús también fue tentado a lo largo de su existencia.
La encarnación es la que condiciona esta realidad. Y es hermosa porque asegura que en el Hijo Dios también es tentado por el poder, la inmediatez o la salida fácil.
La vida de Jesús y la nuestra está plagada de tomas de decisiones, de múltiples caminos por los que transitar. Es lo que más nos acerca a Dios: esta libertad amorosa.
No sólo la fácil libertad de hacer lo que me parezca o apetezca, sino la responsabilidad de elegir el camino de la donación, del servicio, del olvido de uno mismo para enriquecernos perdiendo.
Una pérdida colmada y amorosa. Una referencia difícil pero que llena la existencia.
Jesús, en relato, supera las tentaciones. Nosotros solemos caer en alguna. Pero este también es el camino: ensayar una y otra vez la posibilidad del amor, el restañar las heridas propias y ajenas, la medida rebosante de lo que somos porque se nos ha regalado. Una y otra vez. Sin perder la esperanza en el amor regalado y entregado.
Feliz camino hacia la Pascua.