Son dichos fuertes de Jesús que nos desinstalan de lo que somos y vamos haciendo. Son la cara poco transitada del Reino por muchos de nosotros y camino de vida para algunos.
No devolver mal por mal, amar (no tolerar) a los enemigos, poner otras mejillas… No creo que se trate de renunciar a la humanidad que se fue ganando a pulso con el pasar de los años en las declaraciones de derechos humanos y convenciones, ni de ser unos pusilánimes, sino de hacer lo extraordinario en lo ordinario de la vida.
Saber que hay existen otras opciones distintas a la vénganla rápida o lenta, tejer redes de cercanía entre los que consideramos malos (Dios hace salir la lluvia y el sol para todos), empeñarse en lo distinto pacífico que calme la violencia gratuita que tantas veces nos asalta por dentro y por fuera.
No es fácil, pero tampoco es imposible. Hay muchos hombres y mujeres que despliegan su vida desde la sencillez y la oportunidad regalada de volver a empezar siempre. El perdón se aprende, como el amor y tantas otras cosas. Es un ejercicio y no solo algo pasivo.
Estamos necesitados de gestos que visibilicen que el evangelio es posible también desde aquí. Estamos capacitados para ello aunque nos cueste y no lo hagamos muchas veces.
Somos capaces de hacer cosas extraordinarias en lo ordinario cotidiano si nos situamos en otra óptica distinta al poder o al tener o al aparentar. Poco a poco….