(DOLORES ALEIXANDRE, VR). Como la clausura dictaba sus normas, venía un dentista al noviciado con un torno a pedal que nos provocaba pavor. Una pobre novicia, asustada al oír que iba a sacarle una muela, se defendía argumentando: –“¡No tengo permiso!”. Más allá de la intención última de quien los pedía, los permisos funcionaban como un pasaporte para atravesar la frontera de lo prohibido: disponer de algo, salirse de lo acostumbrado. Desempeñaban un papel de salvaguarda de la regla y tenían su fundamento en la virtud de la dependencia, que era como una pariente pobre de la humildad. Gracias a ellos la conciencia se sentía en orden, con la seguridad que da saberse dentro de la ley aunque su espíritu quedara muy lejos, como ocurría en tiempo de Jesús cuando alguien quería zafarse de las obligaciones del cuarto mandamiento y decían a sus padres: «Declaro corbán –ofrenda sagrada– todo aquello con lo que podría ayudarte…» (Mc 7,11). Ya tenían un “permiso” infectado por la bacteria del engaño y la hipocresía. Estando claros sus peligros ¿albergan los permisos algún gen benéfico o les ha caducado el código de barras? Quizá habría que “dar al derecho canónico lo que es del derecho canónico y al Evangelio lo que es del Evangelio” y centrarse en descubrir en los permisos, por debajo de la dureza de su cáscara, una “almendrita” dulce que no podemos perder, aunque se exprese hoy de un modo muy diferente: la decisión de cuidar ese deseo hondo que es acertar con lo que quiere de nosotros Aquel a quien nos hemos entregado.
Y como hemos constatado tantas veces que, en cuanto nos descuidamos, nos asalta la tentación de hacer nuestra real gana y decidir por nuestra cuenta, “pasando” de la comunidad, está a nuestro alcance un recurso precioso de nuestra tradición: confrontar nuestra vida con alguien que nos ayude a no caer en el autoengaño, que nos “confirme” en lo mejor de nuestros deseos, que nos recuerde los compromisos de la misión, que nos dé el permiso (y el apoyo y el ánimo y la pasión…) de ir coincidiendo cada vez más con Jesús y su evangelio.