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Hay propuestas que no tienen ningún futuro ni ninguna repercusión real. Un ejemplo es la demanda de un partido político de expropiar la catedral de Barcelona, para convertirla en economato. Me imagino que, en este caso, el uso del término expropiación es inapropiado. Porque expropiar es una cosa muy seria, que tiene repercusiones económicas. Se trata de quitar legalmente una propiedad a una persona o institución por motivos de interés público, dándole a cambio una indemnización.
¿Cuántos cientos de millones de euros puede valer la catedral de Barcelona? Supongo que esos señores políticos que buscan su expropiación ni lo han pensado ni les importa, porque, en el caso hipotético de sacar adelante su propuesta, estoy convencido de que no entregarían a cambio del templo ni un solo euro. Si esto fuera así, o sea, si pensasen hacerse con el templo sin desembolsar nada, entonces se trataría de apropiarse de una propiedad ajena contra la voluntad de su dueño. Eso tiene un nombre. Además es muy feo, y quienes lo hacen, o lo quieren hacer, o proponen que se haga son sujetos peligrosos.
En cuanto la propuesta ha sido debatida no ha contado con ningún defensor, a parte del proponente. Más allá de la estrambótica propuesta, importa conocer si esos señores políticos tienen alguna propuesta positiva que redunde en bien de los ciudadanos. Un político está para gestionar los bienes públicos, buscando que la mayoría y, a ser posible, la totalidad de los ciudadanos se beneficie de una gestión decente y clara. Un buen alcalde, un buen presidente (dígase lo mismo de un buen superior religioso) tiene que serlo de todos los ciudadanos y no sólo de sus votantes.
Desgraciadamente, hay sectores sociales que están descontentos con la política que se hace, y esos sectores son los que votan a grupos que tienen ideas tan poco serias como la comentada. El mejor modo de contrarrestar algunas políticas es preguntarse cómo responder a las demandas sociales que reclaman los votantes de partidos que hacen este tipo de propuestas, que no tienen nada de sociales y sí mucho de demagógicas. Preguntarse y actuar en consecuencia.