REGALARNOS UNA TARDE

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1889

Mariola¿Conseguiste lo que querías?

A través de un periódico local descubrí la historia del escritor Raymond Carver (1938-1988), llevaba años alcohólico y habituado a los desmoronamientos afectivos y económicos, cuando conoció a la poeta Tess Gallagher en un congreso de escritores en Dallas, en 1977. Sus amigos decían de él que era un hombre profundamente triste pero al lado de Tess encontró un refugio en el que recomponerse, se desintoxicó y recupero la ilusión. Antes de ese encuentro los médicos le habían diagnosticado seis meses de vida por un cáncer que lo estaba consumiendo. Llegó a vivir once años. Cuando a los cincuenta, la cercanía de la muerte se hizo irremediable, su literatura se fue transformando: celebra el momento y los pequeños milagros del día a día. Todo lo que alcanza a vivir se convierte en motivo de gratitud. Al conocer la historia me emocionó la redención que esta mujer había operado en la difícil y oscura vida del escritor. De eso se trata –pensé– de ofrecer un rostro donde el otro pueda mirarse en su debilidad y reconocerse sincera y profundamente amado, donde pueda volver a sentir bendecida su vida a través de otros ojos. Aprender a otorgar calidez y suelo, y alentar ese potencial de ánimo oculto en cada persona, más adentro de sus peores momentos. ¡Qué fácil es decir esto y cuánto cuesta vivirlo en el día a día con la gente que tenemos más cerca!

Un amigo marista me regaló la colección de pequeños libros “Obras de misericordia” y he comenzado a leer el del perdón, un precioso comentario bíblico de Nuria Calduch-Benagues. Ella escribe al final: “Cada vez que perdonamos una ofensa restablecemos con el hermano y con el mundo una alianza que se había roto, y como consecuencia nuestro corazón se pacifica”. ¡Qué cierto es! Hay tantas personas que sienten que se han quebrado sus vínculos, que se han roto los lazos que les sostenían; hay tantas alianzas por restablecer…No temamos mostrar nuestra vulnerabilidad porque es la puerta para poder recibirnos unos otros en ese lugar donde la vida se suaviza.

En los primeros relatos del escritor Raymond Carver raramente se encuentra un atisbo de esperanza, sin embargo, en sus últimos poemas deja entrever la alegría de haber alcanzado aquello en lo que durante tanto tiempo él mismo falló. Se despide en su poema “Último fragmento” con estos versos: “¿Y conseguiste lo que/ querías en esta vida? / Lo conseguí/ ¿Y qué querías? / Considerarme amado, sentirme/amado sobre la tierra”.