EL ORATORIO: EXPERIENCIA DE ENCUENTRO CON DIOS

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(Aitor Kamiruaga,cmf. VR (2016) vol.121 n.4). La experiencia del Oratorio de Niños comienza en octubre de 1989 en el Colegio de Escuelas Pías de San Joaquín (Valencia) de la mano del P. Gonzalo Carbó Bolta. Como la mayoría de los comienzos, sencillo, sin propaganda ni especiales escritos, va configurándose una nueva forma de hacer. A medida que la experiencia va recorriendo años, bastarían los tres primeros, otros escolapios desean conocer la experiencia y solicitan al P. Carbó notas descriptivas de lo que se realiza con los niños pequeños.

A finales de enero de 2001, tuvimos el primer encuentro con el P. Gonzalo Carbó, organizando para los Misioneros Claretianos de Euskal Herria el primer curso formativo sobre el Oratorio, que tuvo lugar en el Colegio Larraona de Pamplona. A comienzos del curso 2001/2002, se organizaron sendas presentaciones en el Colegio Askartza Claret de Leioa y en la Ikastola Mariaren Bihotza de Donostia-San Sebastián.

Son 16 años en los que la experiencia del Oratorio ha ido creciendo en nuestros colegios. Comenzamos con 1º de Educación Primaria, y a medida que los chavales iban creciendo, la experiencia iba acompañándoles en su desarrollo, alcanzado hasta 2º de Bachillerato. De igual manera, y dependiendo de los recursos, la misma experiencia ha comenzado a realizarse desde 1º de Educación Infantil (3 años).

Una experiencia de encuentro

El Oratorio se define por ser una experiencia de encuentro con Dios a través de la Palabra. Varios son los textos evangélicos que nos recuerdan la preferencia de Jesús por los niños, pero en uno de ellos encontramos el fundamento para esta experiencia: “Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos les reñían. Mas Jesús, al ver esto, se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él». Y abrazaba a los niños, y los bendecía poniendo las manos sobre ellos”. (Mc 10,13-16).

Nosotros hemos escuchado esta petición del mismo Jesús: “Dejad que los niños vengan a mí”, y queremos responder a esta llamada, a esta vocación, y acercar a los niños a la fuente de la Palabra, para que puedan beber y saciar la sed de verdad que llevan inscrita en su corazón. Dulce tarea la de conducir a la Palabra para aquellos que, por carisma claretiano, nos definimos como “Servidores de la Palabra”.

Estamos convencidos de que los niños y jóvenes son capaces de entrar en relación directa con el Misterio. No únicamente capaces, sino necesitados de conocer al que es la Vida. Otras experiencias aseguran la transmisión de conocimientos sobre Jesús, la paternidad de Dios, los sacramentos, la Iglesia; y todas ellas fundamentales. Pero el Oratorio no se dirige tanto a la transmisión de conocimientos sino a la vivencia experiencial de esa Buena Noticia que nos acerca la salvación.

En el Oratorio nos reunimos en el nombre de Jesús porque sabemos que “donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). Es la primera Palabra que oramos, ¡y qué fácil de entender! Él está en medio de nosotros. Luego iremos descubriendo otras Presencias y Recuerdos de Jesús que nos acompañan en nuestra vida y que nos colman de alegría.

Desde la fe en las Presencias de Jesús iniciamos el camino de la oración con los niños. Esas Presencias reales nos acompañan en nuestro caminar y van configurando los fundamentos de nuestra relación con Dios. Esas Presencias son “lugares de encuentro”, “manifestaciones sacramentales” del amor de Dios que cuida de cada uno de los hombres y mujeres. Y a esas Presencias queremos ir acompañados de los niños y jóvenes, porque ellos también quieren iniciar el camino de búsqueda, de acercamiento al Misterio. Y nos necesitan, como un niño necesita de la mano del padre o de la madre para dar sus primeros pasos.

Es bueno empezar en la más tierna infancia este camino de búsqueda y encuentro. ¡Ojalá se realizase también de la mano de las familias! Cuando preguntamos a los estudiantes más mayores de nuestros colegios desde cuándo están haciendo oración, su respuesta es segura… –¡Desde siempre! Y es verdad. Porque la experiencia de hablar con Dios Padre les resulta gratificante y lleva a plenitud sus pequeños y grandes deseos. Por eso, desde siempre han deseado y desean el encuentro del Oratorio.

Esta es la misión del Oratorio: ser una experiencia de encuentro con Dios a través de la Palabra. Escuchar y guardar la Palabra, en la mente y en el corazón, para recibir con alegría la misión y el envío de Dios. Todos somos MISIONEROS. ¡Qué gran alegría! Y los niños y jóvenes llevan la experiencia de Jesús a sus casas, a sus familias, a sus amigos…

El itinerario

La experiencia del Oratorio tiene como fundamento conocer, afirmar, creer y confesar las Presencias de Jesús. Son los lugares reales de encuentro con Jesús, y a través de Él con el Padre en el Espíritu. Distinguimos las siguientes Presencias de Jesús: en el Sagrario (en la Eucaristía); en la Biblia, Jesús nos habla cuando la leemos; en medio de nosotros, “reunidos en su nombre”; en nuestro corazón, “habitado por la Trinidad”; en el Presbítero, que actúa “en la persona de Jesús”; en los pequeños y necesitados (cf. Mt 25); en la Iglesia, como grupo de personas que se reúnen en nombre de Jesús y reciben el Espíritu Santo.

Junto con las Presencias vamos presentando los Recuerdos o signos que nos ayudan al encuentro con Jesús. Los fundamentales son: la Cruz, en la que Jesús murió porque nos ama hasta dar su vida por nosotros; la Vela o Cirio, que recuerda que Jesús ha resucitado y está vivo para siempre; la imagen del Corazón de María con el niño en brazos, que nos recuerda cuando Jesús era niño, cuando su madre le cuidaba, le educaba y le enseñaba a rezar.

Las Presencias y los Recuerdos nos van adentrando en las diversas formas de oración, siempre a partir de las palabras evangélicas. Paulatinamente vamos desarrollando las siguientes maneras de orar: petición; acción de gracias; adoración; bendición, glorificación y alabanza; oración continua. Todo el itinerario se realiza siguiendo los Misterios que se nos revelan a través del año litúrgico.

El lugar de la Reunión

El lugar donde se realiza el Oratorio es un espacio cuidado y destinado a la oración. Vamos a describir ahora el ideal de lo que debiera ser el espacio físico para la Reunión, pero siempre todo ideal tiene sus limitaciones. En ocasiones, al describir las condiciones físicas del lugar hay quien piensa que no puede realizar dicha experiencia por no contar con los elementos básicos. No es así. Entre el ideal y la realidad siempre sucede un camino. Cuidemos en que no sea abismo, y será suficiente.

Será un lugar tranquilo, y a poder ser silencioso, donde los ruidos externos no estorben ni molesten. Bien es verdad que, cuando en el Oratorio entramos en cierto grado de experiencia, los ruidos externos no son llamativos porque el corazón está enganchado al de Dios. Y tenemos experiencia de ello, ya que no siempre encontramos en los colegios un lugar alejado de la misma vida colegial… ¡y es normal!

En el centro del Oratorio o Capilla colocamos una alfombra, símbolo de la tierra prometida a la que Dios nos llama. En esta alfombra se colocan los signos especiales que se utilizan en algunas reuniones, y alrededor de la misma se colocan las sillas necesarias, las justas, para los que van a participar en la Reunión.

Habrá ocasiones en que entremos directamente en la alfombra. Serán momentos de adoración, alabanza, bendición, acción de gracias, ofrenda, oración contemplativa. Entonces, Dios nos llama a una especial relación con Él, nos invita a entrar en la tierra prometida, lugar de su encuentro.

Los demás elementos que encontramos en el Oratorio son los propios y fundamentales en toda capilla o lugar de oración, y nos sirven para evocar algunas de las Presencias o Recuerdos de Jesús:

  1. Sagrario. Desde el primer día que entramos en el Oratorio se les presenta el lugar más importante del mismo. Hemos comprobado que es un elemento fundamental de relación espiritual, una llamada continua a la fe y a la confianza de que Jesús nos espera en el Sagrario, hecho Pan de Vida. El saludo al Sagrario se convierte en un momento muy especial.
  2. Biblia. Libro Sagrado, Palabra de Dios. Está colocada dentro de la alfombra sobre un almohadón o cojín, delante del que dirige la oración, de tal manera que esté siempre en el centro y accesible al que va a proclamar la Palabra.
  3. Cruz. Está situada en el centro del Oratorio, pero en su parte posterior, detrás de la asamblea. Es una cruz alzada, con el cuerpo del Crucificado, igualmente visible desde cualquier lugar del Oratorio.
  4. Vela – cirio pascual. Colocado al lado de la Biblia, dentro de la alfombra, es el Recuerdo de la resurrección de Jesús. Cada vez que encendemos la vela recordamos que no estamos llamados a la muerte, sino a la vida en plenitud.
  5. Corazón de María, con Jesús en sus brazos. En caso de no contar con una imagen propia del Corazón de María, cualquier otra que sea expresiva y que muestre al niño.
  6. Cuadro de San Antonio María Claret, en actitud misionera, con el báculo y el hatillo: nos recuerda a un hombre que quiso ser como Jesús, anunciando la Buena Noticia.
  7. Altar-sede. Cuando la Capilla es grande y suele ser utilizada para celebraciones eucarísticas, es normal que existan el altar y la sede. En ese caso la asamblea se sitúa delante del altar.

Núcleos de la Reunión

Cada Reunión del Oratorio consta de tres grandes momentos o núcleos que se van sucediendo de manera natural, y cuya duración dependerá del ritmo que los mismos niños y jóvenes vayan marcando, y del tiempo real que tenemos destinado a la sesión. Así distinguimos:

Oración del corazón: encuentro de intimidad con Jesús por la oración silenciosa.

Escucha de la Palabra: con una preparación previa, proclamación, meditación y aplicación a la vida.

Oraciones vocales: sugeridas por el texto que se ha meditado, suelen ser de petición, acción de gracias, bendición, etc.

Cada uno de estos momentos suele dar paso al siguiente a través de un canto meditativo. A estos tres grandes núcleos hay que añadir un primer momento breve de inicio y entrada, para finalizar con otro breve espacio para la despedida de la Reunión, y tenemos completo su desarrollo.

Cada Reunión se recoge en una ficha-guía que nos sirve, a modo de esquema, para dar unidad a la sesión del Oratorio. La ficha consta de muchos números que van dando una sucesión lógica de lo que pretendemos con cada Reunión. Esto no significa un esquema rígido, inamovible, estricto, sino más bien sirven para una mejor localización de cada una de las partes y su posterior anotación de observaciones y comentarios.

Es necesario tener un esquema para el desarrollo del Oratorio pero sin olvidar ni descuidar la regla de oro fundamental: llevar a los niños al encuentro con Dios a través de la Palabra. Por lo tanto, el esquema debe estar más en la intención de quien dirige la Reunión que en sus propias manos.

Desarrollo

Cada una de las clases, dependiendo de los niveles educativos, se divide en dos subgrupos de 12/13 estudiantes. Con cada uno de los grupos de Oratorio debe ir acompañando por un animador, y si fuera posible por otra persona acompañante. Como diremos luego, el acompañante es más necesario cuando los niños son más pequeños, aunque siempre es positivo que en la experiencia puedan participar adultos que compartan su oración.

Cada uno de los grupos se dirige a una de las capillas del centro, después de escuchar atentamente las primeras indicaciones, que les invitan al encuentro con Jesús y les preparan en un clima de paz y tranquilidad. Palabras dulces, gestos de cariño les ayudan. El camino se hace en silencio y con orden. Se les ha invitado a pensar en cómo van a saludar a Jesús, a que repasen la semana para poder presentarle a Dios nuestros corazones. Llegados a la puerta del Oratorio se les recuerda el lugar que vamos a visitar. Vamos entrando y cada uno va saludando el Sagrario: le dicen su nombre y aquello que desean. Se inclinan con respeto y van a sentarse al lugar escogido.

Primeras palabras de saludo y bienvenida. Comenzamos en el nombre de aquel que nos reúne y que quiere estar “en medio de nosotros”. Introducimos, con frases cortas, la oración del corazón, en la que con los ojos cerrados cada uno va presentando a Dios su vida: inquietudes, problemas, esperanzas, preocupaciones, alegrías… Aprovechamos también para recordar la Palabra del encuentro anterior. Recogemos este momento con un canto meditativo y una oración sencilla.

Ya estamos preparados para escuchar la Palabra. Para cada día se elige un fragmento apropiado, desde un versículo a una lectura más amplia. En algunas ocasiones se utiliza la forma de narración, en la que sin leer directamente de la Biblia, y a través de un esquema preparado, se va contando una parte amplia de la historia de la salvación. Antes de la proclamación de la Palabra se puede situar el texto, uniéndolo a alguna de las experiencias vitales de los jóvenes, y creando expectación para su escucha.

Después de escuchar la Palabra se sucede un tiempo para poder explicar aquello que no se haya entendido y buscar las aplicaciones más concretas a las experiencias vitales de los niños y jóvenes. No se trata de buscar compromisos voluntaristas sino de subrayar aquellos aspectos que puedan ayudarnos más concretamente en nuestro camino de crecimiento. Es conveniente que puedan intervenir todos los participantes. El animador estará atento para que no siempre participen los mismos, y animará la participación de aquellos que puedan ser más tímidos. A partir de los 12 años, los estudiantes suelen contar con un cuadernillo, en el que se recoge el texto proclamado, para que puedan releerlo, subrayarlo, meditarlo, y puedan escribir su oración personal.

Este momento se une a las oraciones en común, dependiendo de la misma lectura, de petición, acción de gracias, alabanza, etc. Recogemos todas las oraciones uniéndonos en la misma oración común: Padre nuestro, Dios te salve, Escucha Israel… Puestos en pie, recibimos la bendición de Dios y nos despedimos del Sagrario.

Y volvemos a clase, despacio y en orden. En ocasiones, los más pequeños van canturreando el canto que hemos aprendido y orado… y les dejamos, porque esa música agrada a Dios y alegra la vida del Colegio.

Llegados a clase, esperamos a que vuelva el otro grupo del Oratorio. Se saludan entusiastas y comentan lo que han hecho en la capilla. Nos despedimos de los niños y jóvenes. Quisiéramos estar más tiempo, pero hay otra clase que nos espera.

Y así, durante seis horas diarias, de lunes a viernes, a lo largo de todo el curso vivimos la experiencia del Oratorio.

Responsables: animador y acompañante

A lo largo de estas líneas va quedando claro que los protagonistas de esta experiencia son los niños y jóvenes; pero, para que se realice convenientemente es necesaria la presencia de un animador del Oratorio y de un acompañante.

El animador del Oratorio tiene la función de llevar a cabo la dinámica de la Reunión, desde las palabras iniciales de la preparación en el aula hasta la despedida de la experiencia. Es quien ha preparado e interiorizado, a través de la ficha, la gracia que pretende trabajar cada una de las sesiones. Esto no obsta para que no pueda dar protagonismo a otras personas que participen en la oración en ciertos momentos; pero él debe controlar los tiempos y la misma dinámica. Deberá cuidar, de manera especial, el trato personalizado con cada uno de los niños y jóvenes, su participación en la oración (no se trata de enseñar sino de orar); el ejercicio de la paciencia, sin prisas ni agobios; la bendición (bien-decir, decir bien); la atención a la realidad de lo que sucede en la sesión; el respeto y la escucha, afirmando lo que expresan y dejándoles que participen; acompañamiento en la autonomía; y su ser ejemplo en todo momento.

El acompañante tiene una función primordial cuando la experiencia se realiza con niños pequeños; ya que éstos no dejan de ser niños en el Oratorio, y tienen necesidad de llamar la atención de formas peculiares, que pueden distraer la atención del grupo. El acompañante estará atento a estas necesidades, para atenderlas con cariño y paciencia, sin interrumpir el ritmo de la Reunión, y de una manera personalizada. De igual manera, el acompañante se convierte en referencia de oración cuando su participación no está tan determinada por corregir el comportamiento o atender las necesidades de los pequeños.

Conclusión

A lo largo de estos 16 años hemos ido madurando la experiencia del Oratorio en nuestros centros, cuidando la formación de los animadores y acompañantes, adecuando las capillas de los colegios, conformando las fichas-guías que utilizamos, adecuando la experiencia a nuestro carisma misionero claretiano. Hemos aprovechado para presentar en la experiencia en diversos foros de formación y a distintas instituciones educativas; y hemos recibido con gusto a todas aquellas personas que han querido conocer de cerca la experiencia, participando en alguna de las sesiones del Oratorio.

Acostumbramos a invitar a las familias de nuestros colegios a participar del Oratorio, bien en alguna de las sesiones en las que tienen sus hijos o bien en cualquier otro momento que mejor les cuadre en sus apretadas agendas. No es que haya una afluencia masiva, pero todos los que se acercan quedan encantados. Prueba de ello es también las valoraciones positivas que se ofrecen en las encuestas. También los estudiantes mayores de algún centro son acompañantes del Oratorio en los cursos más pequeños, siempre que se lo posibilite el horario lectivo; y participan con gusto.

Los religiosos misioneros claretianos vivimos el Oratorio como una de las señas de identidad de nuestros centros educativos. Poder acompañar a niños y jóvenes en su experiencia de oración fortalece nuestra vocación. Nadie da lo que no tiene; y de lo que rebosa el corazón, habla la boca (Mt 12,34).