De hermano a hermano

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Palabras de Fr. Manuel Uña Fernández, OP a Fr. Timothy Radcliffe, OP

Querido Fr. Timothy:

Por los medios de comunicación me he enterado que el papa Francisco nombrará veintiún Cardenales. Seguí la noticia con curiosidad y, al ver tu nombre en la lista, sentí el sano orgullo de conocerte y contar con tu amistad.

Desde entonces, con el mayor interés he leído la prensa y he estado atento a los canales informativos, para enterarme de lo que has dicho tú a los Padres Sinodales y de lo que otros puedan decir de ti.

Hace muchos años que nos conocimos y reconocimos como hermanos comprometidos con nuestra hora, porque, “Si uno no se mantiene como hombre de su tiempo, se atrasa, y quien se atrasa queda descalificado para cumplir su misión” (San Juan Pablo II).

Hemos podido compartir experiencias e intentar abrir caminos nuevos, al servicio de los hombres de nuestro tiempo.

La primera vez que nos encontramos fue en el Capítulo General de Oakland, California, en el año 1989. Recuerdo que una tarde, los hermanos de la comunidad de Berkeley, nos invitaron a los dos para compartir la cena con ellos. Tú no sabías pronunciar en español más palabras que “Oh, Manuel” y yo, sin ser capaz de hablar inglés, solo te respondía: “Oh, Timothy”. Sin embargo, entre nosotros fluyó una corriente de empatía gratificante, llamada a perdurar en el tiempo. Es cierto que la amistad es el corazón de la espiritualidad dominicana.

De Berkeley regresamos a Oakland, donde se nos daba la noticia que mucho nos alegró a todos: A Fr. Dominik Duka, Provincial de Checoslovaquia, después de muchos años viviendo en la clandestinidad, le concedían el permiso para asistir durante unos días al Capítulo. Fue un acontecimiento único. Cuando llegó, después de recibirlo con un fuerte abrazo y un aplauso, nos fuimos a la capilla para orar y darle gracias a Dios.

El siguiente Capítulo General tuvo lugar junto al lago de Guadalupe, en México. Imposible olvidar cómo al verme, saliste corriendo a mi encuentro, exclamando emocionado: “¡Ya sé hablar español! ¡Te podré decir algo más que ‘Oh, Manuel’!”

Y allí, te elegimos Maestro General de la Orden. Recuerdo las palabras de Damián Byrne al darnos la noticia y despedirnos aquella noche inolvidable: “Ustedes no pueden imaginarse lo que significa para un irlandés darle el poder a un inglés”.

En los sucesivos Capítulos Generales de Bolonia, Providence y Roma, nos reencontramos.

Era evidente tu prestigio, tu respeto y disposición para el diálogo, por lo que te invitamos a ir a Cuba, para dar varias conferencias. Una en Letrán, en el aula Fr. Bartolomé de las Casas; otra en el Instituto María Reina, con los religiosos, y la última, en la Universidad de la Habana, con motivo de los 282 años de haber sido fundada, por los dominicos, en 1728.

Cautivaste con tu brillante exposición, la claridad de tus palabras y esa capacidad tuya de saber escuchar. Como bien has dicho: “Escuchar, no para responder, sino para aprender…” Entre la audiencia se encontraban la responsable de la Oficina de Asuntos Religiosos, miembros del gobierno, de la Iglesia, estudiantes y también el embajador británico.

Disfrutamos y disfrutaste tanto tu estancia, que le propusiste a tu sobrina Emma viajara a La Habana, para colaborar en el centro Fr. Bartolomé de las Casas durante seis meses. Tan contenta regresó, que se lo sugeriste a los hijos de otros amigos tuyos, como Charles Serttington.

Ha sido una dicha conocerte, los dos estamos comprometidos con el servicio a la verdad y con el arte de integrar las diferencias, sin querer imponer nuestras creencias o modos de pensar.

Te hago una confesión. He sentido la necesidad de volver a leer tu homilía, en la clausura del Capítulo General donde fuiste elegido Maestro de la Orden. Tus palabras siguen siendo actuales: “Es cierto que nos encontramos en un momento nuevo, en el que el desafío no es lo que vamos a decir, sino cómo vamos a vivirlo. Tenemos todas las palabras, palabras encantadoras como amor, opción por los pobres y así sucesivamente. ¿Pero, qué raíces tienen esas palabras? Nosotros fuimos fundados para predicar la verdad, combatir el dualismo entre el espíritu y la materia, entre el alma y el cuerpo. Pero a veces, no nos damos cuenta de otro dualismo, que se cuela: el dualismo entre la palabra y la experiencia,  que priva de poder a nuestras palabras”.

 El día 14 de este mes, Javier Cercas, en el Hotel Intercontinental de Barcelona, afirmaba: “Hoy el principal problema no son las mentiras puras, son las medias verdades, las mentiras mezcladas de verdades, las mentiras que albergan un granito de verdad, y que tienen, por tanto, el sabor de la verdad […]. La mentira es más barata que nunca… Tal vez contar la verdad es hoy más difícil que nunca, pero es tan necesario como siempre”.

 Y tú, en estos días, nos animas a buscar la verdad, acogerla, decirla, disputarla, sin miedo de reunirnos con los que piensan distinto. “La especialidad de nuestra casa es el disputar. Hay en el corazón de nuestra tradición, la creencia que ante los desacuerdos no nos conformamos con el silencio, sino que hablamos como Domingo habló toda la noche con el hospedero”.

Dentro de unas semanas cambiarás de hábito. Estoy seguro que el rojo cardenalicio hará buen contraste con tu figura desenfadada, con tu buen humor inglés y con tu gran corazón. Por favor, cuando dejes Santa Sabina continúa siendo hermano, que es tu vocación, nuestra vocación más íntima. Hermano creyente, apasionado por Cristo y por la humanidad.

Fr. Manuel Uña Fernández, OP