Desde la cátedra de la cruz

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Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”: Es Jesús quien lo dice, es el Maestro en la cátedra de la cruz. Necesito aprender de Jesús a decir “Padre”, a decirlo como lo dice el Hijo amado, el más amado de los hijos, el Hijo único, y decirlo para suplicar perdón para quienes, en aquel momento y a ese Hijo, lo están despreciando, atormentando, crucificando. Si aprendemos el amor a quienes nos crucifican, habremos aprendido el amor que es Dios.

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”: Necesito aprender de Jesús a decir “Dios mío”, cuando de Dios se siente sólo el abandono, cuando Dios es ausencia, cuando Dios es oscuridad, cuando bajamos a lo hondo de la noche, cuando se hunde la patera de nuestra vida, cuando lo nuestro es el infierno… Es la hora de preguntar al Amor: “¿Por qué me has abandonado?” Es la hora del amor desde el abandono. Es la hora del abandono en el Amor.

Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”: Necesito aprender de Jesús a decir “Padre”, a decirlo desde el gozo de sentir que me espera y que me abraza y me cubre de besos, y a decirlo desde la soledad dolorosa  de los brazos de una cruz. Necesito aprender de Jesús a confiar en el Padre, a confiar cuando me siento con él a la mesa de la casa familiar, y a confiar cuando la certeza de que él me ama sea el único motivo de confianza que me queda.

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”; “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”; “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”: Todas son palabras de Jesús. Todas son oración de Jesús crucificado. Y la fe las pone todas en los labios de los crucificados con Jesús, las va diciendo con todos los pobres, con todas las víctimas, sea cual fuere la cruz en que los encuentra.

Para Jesús y para los pobres, Dios es Padre.