NUEVOS CAMINOS DE VIDA RELIGIOSA

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1987

327168_2028551309238_1544239410_oDe repente y en nuestras calles, Teresa… la de Jesús

Tengo la suerte de ser testigo de excepción de una nueva familia religiosa. De momento solo es una familia convocada por el Espíritu que busca su sitio. Un grupo de 29 mujeres jóvenes que solo tienen una pretensión: «todo para Dios y todo desde Dios». No hay estructura, ni órganos, ni seguridad. Hay fragilidad, historias compartidas de fe y búsqueda. Hay docilidad y normalidad. Son jóvenes que no se conforman ni temen; son expertas en gratuidad y pobreza. Tienen futuro.

Hablan con sinceridad que no empalaga. Palabras llenas de humanidad y ternura siempre referidas a quien da la vida y la vocación. No huyen del mundo, lo aman y se consagran por amor. No quieren status especial, se comprometen a ser ciudadanas de este tiempo y esta tierra para ofrecer solo su fraternidad y libertad. Han tenido y tienen problemas. Conocen la dureza de la vida, la soledad, la ambigüedad en la que se expresa el mensaje de Dios. Nunca han experimentado ni el rencor, ni la revancha, ni la desolación. Llevamos meses viviendo juntos un proceso incierto en el que ha habido palabras de verdad, otras con media verdad y otras… que no llegan a ser palabras, incluso por parte de quienes tienen el encargo de ser Palabra. Nunca las he visto mirar atrás, ni lamentarse. Nunca las he visto dudar de Quien sabe todo, guía todo y conoce todo. Hay donación y alegría bien fundamentada en el Reino.

Conozco buena parte de la vida religiosa de nuestro tiempo. He manifestado en muchas ocasiones que no es tiempo de fundar sino de reformar. Sin embargo he visto en esta nueva familia el brillo de la novedad. Una palabra todavía no pronunciada. He visto un signo del Carisma del Santo Espíritu que tiene lugar en este tiempo, esta era y este contexto. Me he convencido de que el Señor quiere algo nuevo y hay que darle cauce. Tienen solo sus manos, iniciativas, inquietudes, fe y corazón. Tienen todo lo que el Maestro quiere para hablar de consagración. Son realistas y no se dejan amedrentar por una sociedad que mide y tasa desde el poseer. Conocen el confort de la vida pero no lo anhelan. Bastan unos minutos para descubrir en cada una de ellas que en el fondo de su vida hay verdad.

Es un grupo muy diferente y plural. No sienten lo mismo, ni hablan igual. Estoy seguro que no piensan de manera exacta y uniformada. Se han puesto de acuerdo en lo fundamental. Quieren seguir a Dios y quieren responder a la cuestión crucial de toda forma de seguimiento ¿ dónde y cómo nos quiere el Santo Espíritu? Estoy sorprendido con el signo de la gratuidad y pobreza de Dios. Estoy convencido de la dificultad de abrazar un camino nuevo en la Iglesia. Estoy ilusionado con la posibilidad de presentar una nueva familia que viva más el carisma que la estructura; la gratuidad que el cálculo; la fe que la organización.

No son ingenuas, ni mucho menos niñas grandes. Son mujeres convencidas de su feminidad y maternidad espiritual. Saben hablar de las cosas de la vida con hondura y sin doble vuelta. Percibo una antropología en su sitio de gente joven que se está haciendo y que tiene que dejarse cuidar. Son conscientes de que no es fácil ser íntegramente de Dios sin que la persona no se vea afectada. Están dispuestas a compartir y discernir juntas los procesos de la vida. Hablan de su querer y sus quereres; abren el corazón para que se llene de misión y se olvide de sí; se desviven comunitariamente para que afectivamente se viva el paso de Dios desde la integración, la gratuidad y la totalidad. No tienen miedo de los votos, porque saben que éstos son un don para quien está llamado a compartirlo todo en una comunidad de vida y misión.

Me gusta especialmente de ellas que no huyen del trabajo, del esfuerzo, de la constancia y del saber estar. Pero saben que su vocación es algo más que trabajo. No son «mano de obra barata» para servir a quien no conoce el don y la significación de la vida consagrada en el corazón del Santo pueblo fiel de Dios. Son manos y corazones libres para vivir un carisma de donación de manera pobre, ágil y significativo en donde tengan que estar.  Son mujeres reformadoras sin estridencias. Hablan de justicia porque la viven; hablan de pobreza y la comparten; hablan de vida y la tienen y recrean.

La tentación de todo grupo humano donde las motivaciones son epidérmicas es significarse, que se note y se reconozca. Es este caso, quieren y necesitan tiempo para si, para formarse, para recrear lo que va susurrando el Espíritu y darle consistencia conforme al querer de su Iglesia. Apoyan la misión y el camino de mañana en el discernimiento de quienes las acompañan. No se desentienden, pero aceptan la palabra pronunciada desde Dios para ellas. No parten de ideas fijas, ni prediseñadas ni de afanes de poder, sino de una libertad fácilmente visible.

Se inspiran en Teresa de Jesús. Mujer, andariega, reformadora y actual. Providencialmente en este aniversario verá la luz su nueva familia. Esta fraternidad de Santa Teresa aprenderá a caminar por estos caminos inciertos de nuestro tiempo. Lo hará sin juzgar el presente, amándolo. Sin instalarse en lo que hay, sino ofreciendo líneas nuevas; acogiendo la realidad y transformándola. Tienen en su corazón la capacidad de crear fraternidad especialmente con quienes sienten ya el cansancio de la vida y la misión; quieren ofrecer la cercanía de Dios con la palabra y los signos evidentes de la gratuidad y pobreza para nuestro hoy; quieren ser una palabra sincera en donde están de que Dios acoge sin distinción ni distancia. Son nuevas y están solo atadas al querer del Espíritu. El Señor es muy exigente con ellas, les pide mucha oración, mucho silencio y negación de si… Pero con la misma fuerza saben que eso no se lo pide a todos, por eso tienen una capacidad especial de acoger, entender y acompañar a quienes no han sentido ese imperativo de amor.

Circula una novela en nuestros días sobre Teresa de Jesús. Es bella, sugerente y bien construida. Se titula « Y, de repente, Teresa». Estimo que al verlas, al compartir su vida y esperanzas, al comprobar cómo aman y se entregan… en medio de nuestro mundo y tanto mundo, en nuestro interior, también sentiremos que, de repente, Teresa está descolocando lo que parecía seguro, inamovible o cierto. De repente la providencia de la libertad y la entrega evangélica nos deja sin palabras porque nada es lo que parece y todo nos lleva más lejos de lo esperado.