El día de Navidad llega a su fin, y la Iglesia vuelve la mirada de la fe a la Madre de Jesús, celebrada hoy como “Madre de Dios”.
“¡Salve, Madre santa!”: “Tú has dado a luz al Rey que gobierna cielo y tierra por los siglos de los siglos”.
¡Salve, Virgen María!: Madre de la bendición con que Dios nos protege y nos ilumina; Madre de la gracia con que Dios nos ha favorecido; Madre de la paz con que Dios nos ha visitado.
¡Salve, Madre de Jesús!: Madre de la piedad con que Dios nos mira; Madre de la salvación que Dios nos ofrece; Madre de la alegría que por ti se hizo evangelio para todos los pueblos.
Si se fija en ese Hijo que Dios envió para rescatar a los que estaban bajo la Ley, nuestra fe lo confiesa “nacido de mujer”.
Y si se fija en ti, si se fija en la mujer de la que ese Hijo nos ha nacido, la fe, Virgen María, te confiesa “Madre de Dios”, Madre del que nos ha liberado de la esclavitud de la Ley, Madre del que hizo posible que “recibiéramos el ser hijos por adopción”.
En tu hijo Jesús somos hijos de Dios.
En tu hijo Jesús somos también hijos tuyos.
Madre de la Palabra hecha carne: enséñanos el silencio que nos permita escucharla; enséñanos la humildad que nos permita acogerla; enséñanos el amor que nos permita guardarla en el corazón.
¡Salve, Virgen María!: Te llamaré forjadora de una divina ilusión, pues templaste salvación en el fuego de tu aurora.
¡Salve, Madre de Dios!: Rosal, que Dios ha escogido para que el cielo le lleve la rosa con que renueve el paraíso perdido.
¡Salve, Madre de Jesús!: Trigal que en sus entrañas mece la mies de la eucaristía.
¡Dios te salve, Reina y Madre!: Llena de gracia, te dijo el ángel al saludarte, nombre que Dios quiso darte por ser madre de su Hijo.
¡Dios te salve, María!, mujer de la que Dios ha nacido: Porque ese nombre conjuga con la gloria del trigal la belleza del rosal y del alba que madruga.
¡Dios te salve, Madre de Dios, Madre de Jesús, Madre de la Iglesia, Madre nuestra!