UN CAMPO NUEVO

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Inmersos en esta situación histórica distópica abierta por la pandemia, que nos pilló por sorpresa y reveló una vulnerabilidad mucho mayor que la que imaginábamos, no podemos, sin embargo, dejar de preguntarnos: «¿Cómo ilumina la Palabra de Dios nuestro camino? El capítulo 32 del Libro del Profeta Jeremías nos puede ayudar. La situación no podría ser más compleja o desesperada. Jeremías es encarcelado en el palacio real de Judá, acusado de haber profetizado contra el rey Sedequías, anunciándole la destrucción de Jerusalén y el exilio del pueblo en Babilonia. En ese contexto extremo llega un mensajero a Jeremías con una sorprendente propuesta. Su primo lo visita y le dice: «Compra la propiedad que tengo en Anathoth, en el territorio de Benjamín» (v.8). Como era una iniciativa tan inaudita, Jeremías entendió que venía del Señor. En su oración, sin embargo, el profeta no deja de manifestar su asombro: «Las rampas de asedio son erigidas por los enemigos para tomar la ciudad, y por la guerra, el hambre y la peste, caerá en manos de los babilonios que la atacan… Sin embargo, oh Señor soberano, me enviaste a comprar la propiedad y a buscar testigos del negocio, aunque la ciudad sea entregada en manos de los babilonios!» (vv.24-25).

¿Qué momento estamos viviendo? ¿Con qué lo compararemos? Podemos mirar, efectivamente, el acoso devastador de esta crisis. O podemos darnos cuenta, en una lectura creyente y esperanzada de la historia cómo actúa Dios incansablemente y así este tiempo, con todas sus limitaciones, es un kairós, una oportunidad para relanzar nuestra alianza con la vida. No es el momento de dejar caer los brazos en el desánimo, sino para apostar con confianza. No es el momento de paralizarnos en una dolorosa indefinición. Es un tiempo para dialogar con el futuro y dar pasos concretos en su dirección. No es un momento para guardar la semilla en el granero hasta que lleguen condiciones propicias: es un buen momento para que los sembradores salgan al campo. No es solo un momento para asumir las crecientes aflicciones: es también una oportunidad en la que Dios nos manda arriesgarnos como Iglesia a comprar un campo nuevo.